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Kosovo, así no

En muchas capitales de Europa y América se ve como algo inevitable el reconocimiento de un Kosovo independiente. Hay quien, como en Washington, así lo desea, ya que respondería a un clamor popular.

De acuerdo con los resultados de las elecciones en Kosovo anunciados este domingo, el gran triunfador de estos comicios ha sido el Partido Democrático de Kosovo (PDK), por lo que con toda probabilidad el nuevo primer ministro de la hasta ahora provincia serbia será Hashim Thaci, que ha sido el líder guerrillero del Ejército de Liberación Kosovar (ELK) hasta hace bien poco. Estos resultados van a tener profundas implicaciones para la estabilidad de toda la zona.

En primer lugar supone un serio aviso sobre la radicalización de los sentimientos en Kosovo, pues si sus ciudadanos están dispuestos a colocar al frente a un partisano del que se sospecha fuertemente que es responsable de muchos ataques contra serbios, así como de impulsar una política de limpieza étnica contra la minoría serbia tras la intervención de la OTAN en 1998, es más que dudoso que no sea de nuevo el revanchismo lo que prime en la política local. Kosovo no parece estar dispuesto para respetar los derechos de sus minorías, especialmente la serbia. Y, por tanto, todo apoyo que se le dé a las posiciones de Thaci no hará sino legitimar esta limpieza étnica contra la que tanto ha luchado la OTAN y la comunidad internacional.

En segundo lugar, al elegir un líder indiscutiblemente nacionalista e independentista, el mensaje no puede ser más claro: Kosovo está apostando por su independencia unilateral aunque no cuente con el respaldo de otros países. Es muy posible que el próximo 10 de diciembre el Gobierno kosovar así lo proclame en un intento de dividir a la comunidad internacional, como ya sucediera en 1992 con Bosnia, e imponer de facto su plan soberanista.

En muchas capitales de Europa y América se ve como algo inevitable el reconocimiento de un Kosovo independiente. Hay quien, como en Washington, así lo desea, ya que respondería a un clamor popular. La única condición sería el carácter democrático y pacífico del nuevo Estado. En Europa la inevitabilidad no siempre se entiende como deseabilidad. Así, por ejemplo, desde Londres se dice que de no haber reconocimiento de Kosovo pronto volvería a estallar la violencia en esa zona, pero esta vez no contra los serbios, sino contra los "ocupantes" de la OTAN.

Sea como fuere, y dejando a un lado las graves consecuencias políticas en relación a lo que Serbia y Rusia pudieran hacer en el plano diplomático si se les impone la independencia de Kosovo, lo cierto es que, para nuestro campo, caer nuevamente en la trampa y el chantaje de Thaci (como se cayó en sus manipulaciones informativas en el 97), significaría renunciar en primer lugar al principio que ha motivado toda la intervención de la OTAN en los Balcanes desde mediados de los 90, a saber, forzar el establecimiento de entidades multiétnicas; y, en segundo lugar, aceptar por vía del chantaje del recurso a la fuerza una situación que sólo puede traer complicaciones y que choca con nuestros principios.

Puede que Kosovo deba ser independiente algún día, pero esa no era la agenda que motivó nuestra intervención allí y por la que se ha venido garantizando la seguridad y los servicios en esa región desde entonces y no tiene por qué ser inevitable en estos momentos. Y muchos menos aceptarse sin más bajo la presión y los hechos consumados. Para ser independientes, los kosovares deben dar muestras de una tolerancia que no han mostrado hasta ahora. Así no.

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