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José García Domínguez

Respuesta a doña Carina Mejías

Queda claro entonces que usted, la Portavoz Mejías, lejos de abjurar de su idioma materno, no se priva de recurrir a él cuando hay que tratar con las visitas o con el servicio.

Apreciada Portavoz Mejías:

Por la presente acuso recibo de la muy airada indignación que le ha suscitado un artículo mío en el que, por uno de esos arbitrarios olvidos que a veces se dan en la vida, ni su nombre ni su figura ni su sombra aparecían mencionados en rincón alguno. Mas, como sentenciara en cierta ocasión el del Ferrol, no hay mal que por bien no venga. Y es que sólo con la mitad de los oscuros recovecos inexplorados del alma humana que me ha iluminado con su impagable carta de réplica, no únicamente demuestra ser acreedora de protagonizar una modesta columna periodística. Pues, créame Portavoz Mejías, gracias a ella he caído en la cuenta de que a usted no se le habrá hecho justicia hasta que sus iniciales adornen la portada del informe anual de la Sociedad Psicoanalítica de Viena y la Universidad se pliegue a incluirlas, junto a las de Valle-Inclán, en todas las antologías canónicas del teatro del esperpento.

Me afea en su misiva mi falta de rigor profesional y mi poca compasión por la verdad en relación al menosprecio de los diputados regionales del PP hacia una de las dos lenguas de los catalanes. Es más, me acusa abiertamente de mentir a los lectores, ya que la locución "falta a la verdad" no significa otra cosa en castellano viejo. Así, a modo de brillante refutación de mis falaces escritos, opone que usted misma se rebajó a mascullar en sede parlamentaria el idioma proscrito con ocasión de sendas recepciones a ciertos invitados foráneos. En concreto, ante un señor de Teruel –don Manuel Pizarro–, otro de Madrid –el cortocircuitado Luis Atienza– y un tercero oriundo de las Vascongadas –el sociólogo Javier Elzo–. Queda claro entonces que usted, la Portavoz Mejías, lejos de abjurar de su idioma materno, no se priva de recurrir a él cuando hay que tratar con las visitas o con el servicio. De lo primero da testimonio expreso y lo segundo se infiere del arrogante desparpajo con que trata de amonestar a un opinador al que supone "de los nuestros".

En fin, como la verdad es la verdad, la diga Agamenón o la Portavoz Mejías, no me queda más remedio que aprovechar este punto y aparte no sólo para entonar un sincero mea culpa, sino para proponer que usted, doña Carina, figure a partir de ahora en los anales que recuerdan a las más grandes luchadoras por España y la Libertad, junto a Agustina de Aragón, Manuela Malasaña y Mariana Pineda. La temeraria gallardía de esos espectaculares gestos suyos en defensa de la lengua común no merecen un premio menor. Por lo demás, habrá de excusarme por no perder el tiempo glosando el resto de sus "argumentos". Mejor expóngaselos usted a su compañero de filas don Alberto Fernández Díaz. Con un poco de suerte, quizá lo convenza para que él y sus concejales dejen de utilizar con absoluta naturalidad las dos lenguas de Cataluña en todos y cada uno de los plenos del Ayuntamiento de Barcelona. Inténtelo. Igual él tiene más paciencia que yo y hasta le contesta.

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