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Amando de Miguel

Política y logomaquia

Hoy diría mejor que no solo me parece excesivo sino inmoral. La malhadada ley no ha sido "integral" (no contempla todas las formas de violencia doméstica) y no ha conseguido lo que se proponía (erradicar la violencia contra las mujeres).

Pelayo Molinero anda intrigado con la carga emotiva que en España tiene la palabra República. En efecto, es una palabra cargada, de modo muy distinto al que se da en otros países. En los Estados Unidos, la República equivale a la nación, no tanto al sistema político. El Partido Republicano es el conservador. En la España de la monarquía absoluta, la República era el equivalente de lo que hoy llamaríamos Estado, intereses generales, servicio público. En el siglo XIX la República agrupa las pretensiones antimonárquicas de los partidos de izquierda. Ese sentido llega hasta hoy. Aunque a la izquierda le interesa decir que hay una derecha antimonárquica, lo cierto es que las actitudes contra la Monarquía y en favor de la República se dan casi exclusivamente en la izquierda. No hay ninguna razón para pensar que los republicanos vayan a ser más demócratas que los monárquicos, ni tampoco lo contrario.

Siguen siendo muy atinadas las reflexiones políticas de José María Navia-Osorio. Las transcribo a veces por lo que tienen de sensatez. Véase la ilustración que sigue:

Le voy a contar una anécdota que escuché a Romay Beccaría, el que fuera ministro de Sanidad con Aznar. Era el presidente o secretario del PP gallego y de él dependía la campaña electoral. Aquella vez ganaron las elecciones, como siempre, pero en un municipio notó que habían bajado mucho los votos y le preguntó al alcalde, que conservó la alcaldía por los pelos, los motivos. Romay lo contaba en gallego con mucha gracia. El alcalde le dijo: "Quisimos hacer un experimento. ¿Qué pasa si no pedimos el voto casa por casa?". El resultado estaba a la vista. El alcalde fue a ver a sus antiguos votantes y les preguntaba por qué no le habían votado en esa ocasión. Uno de ellos le explicó la razón, muy convincente para un gallego: "Como no nos pedisteis el voto pensamos que ya no teníais interés en ganar".

El segundo asunto es el del empeño del Gobierno en meterse continuamente en nuestra vida privada. El paradigma es aquello de "No podemos conducir por ti" y se nota que lo sienten, que realmente sí quieren conducir por nosotros pero no saben cómo hacerlo.
Nos dicen cuando "queremos" comprar. No queremos hacerlo los domingos, sólo queremos comprar en los horarios de trabajo cómodos para los vendedores. Nos adoctrinan que no "queremos" gastar agua, nos estamos cargando el mundo. Incluso en Asturias, donde nos sale el agua por las orejas.

Con lo de los fuegos me vuelven loco. Soy obligatoriamente un delincuente. Tengo que segar el jardín, si no lo hago me crece la hierba y además de estar horrible el riesgo de incendio es alto. Entonces siego, como no hay vacas no puedo deshacerme de la hierba (podía comerla yo pero no me apetece mucho ¿mejorará con mayonesa?). No puedo quemarla porque me multan y no me dejan amontonarla porque nuevamente hay riesgo de incendio. ¿Que hago? El primer año de la prohibición de las barbacoas hubo una situación ridícula. En un pueblo asturiano hacían una fiesta en la que se asaban corderos. Estaba todo el pueblo, incluido el alcalde, presente. Un incendio en un prado asturiano segado. El incendio es imposible, aunque quieras hacerlo. La hierba verde, segada al ras, no quema. Si hay cien personas alrededor el fuego no puede desmandarse. Pues lo prohibieron. Al final les permitieron hacer la barbacoa en el patio asfaltado de la escuela con la presencia obligatoria de un retén de bomberos.

Se podrían añadir muchos otros casos de ese providencialismo del Estado. Por ejemplo, en Madrid el Canal de Isabel II se gasta el dinero (público) en anuncios que dicen si en tal día se debe o no se debe regar el jardín.

Ana Isabel Cerezo Domínguez (profesora de Derecho Penal en Málaga) me pregunta por mi opinión sobre la "ley integral de violencia de género". Concretamente, se refiere a mi comentario que adelanté en la comparecencia ante el Congreso de los Diputados: "Esta ley va a ser una gigantesca ubre para alimentar a los movimientos de mujeres. Hacer toda una ley sobre violencia doméstica para justificar que estos grupos feministas tengan poder, influencia y dinero público, me parece excesivo, francamente". Hoy diría mejor que no solo me parece excesivo sino inmoral. La malhadada ley no ha sido "integral" (no contempla todas las formas de violencia doméstica) y no ha conseguido lo que se proponía (erradicar la violencia contra las mujeres). La doctrina oficial, consensuada por todos los partidos, llama "mutilación genital" a lo que realmente es "extirpación del clítoris". Sé de sobra que ya el simple enunciado de la palabra "clítoris" supone pasar por machista y otras lindezas. Pero hay más, la citada ley ignora que la causa fundamental de la violencia contra las mujeres es el estado de marginación en el que se encuentran muchos inmigrantes extranjeros. Oficialmente no se puede ni mencionar el hecho de que muchos uxoricidios se asocien con el resentimiento que provoca la ruptura de las parejas de hecho en situaciones de escasa integración social. Por declararlo así, he pasado por ser xenófobo, yo que por todas partes defiendo los movimientos migratorios y el mestizaje.

Me pregunta doña Ana Isabel si mi intervención en el Congreso de los Diputados fue "de algún modo tenida en cuenta para la redacción definitiva de la ley". No fue tenida en cuenta de ningún modo. Desgraciadamente se cumplió mi previsión de que, después de la ley, no solo no se iba a erradicar el uxoricidio sino que iba a aumentar.

Otra pregunta de doña Ana Isabel: "¿Considera que la participación de las mujeres representantes de las asociaciones de mujeres y de víctimas fueron determinantes para la redacción definitiva de la ley?". Mi impresión es que influyeron mucho las feministas, digamos, "profesionales", muy poco las víctimas. Mi opinión es que la redacción de las leyes penales debe hacerse en atención al interés general, no solo al de algunas víctimas. Hay también víctimas de la violencia doméstica que son niños, viejos y varones (maridos). Mi impresión es que el feminismo "profesional" hace muy poco por elevar la dignidad de las mujeres. Podría escribir un tratado sobre el particular. Me remito a un ensayito incluido en mi libro Escritos contra corriente (Espasa). Al menos, el lector estará de acuerdo en que el título del libro está bien puesto.

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