Menú
Charles Krauthammer

Negando lo evidente

Aprobar esas leyes sería un maravilloso atajo al éxito en Irak. Pero sería una locura abandonar la búsqueda de ese triunfo cuando existe una vía distinta, más ardua pero aún factible, que además se puede demostrar que está funcionando.

Carece del drama del desembarco de Inchon en la Guerra de Corea o la envergadura del contraataque de la Unión en el verano de 1864. Pero el cambio radical de la suerte norteamericana en Irak a lo largo de los últimos meses tiene la misma importancia: una guerra aparentemente perdida, ahora se puede ganar. La violencia en Irak se ha reducido dramáticamente. Las alianzas políticas se han invertido radicalmente. El renacimiento de la vida ordinaria en muchas ciudades es palpable. Algo importante está sucediendo.

¿Y cuál es la reacción de los críticos con la guerra? Nancy Pelosi mantiene con obstinada valentía su negativa a reconocer la verdad. Hace apenas dos semanas dijo sobre la guerra: "Esto no está funcionando... Tenemos que invertirlo". Un eufemismo de "abandonar", que es lo que están prometiendo todos y cada uno de los candidatos presidenciales demócratas, que se distinguen entre sí sólo en el grado de precipitación con que pretenden llevar a cabo la retirada.

¿Cómo evitan reconocer las realidades que están teniendo lugar en Irak? Afirmando que no hemos superado ciertos hitos políticos fijados hace meses, que son en su mayor parte leyes a aprobar por Bagdad. Y que estas metas son primordiales. Y que todo el progreso actual queda en última instancia viciado por la ausencia de reconciliación nacional legislada centralmente.

Puedo entender al lugarteniente general Raymond T. Odierno, el mando número 2 en Irak, que afirma que el Gobierno necesita aprovechar la oportunidad brindada por el incremento de efectivos para lograr la reconciliación política. A todos nos encantaría que los líderes de las diversas facciones –sunitas, chiítas y kurdos– firmaran trozos de papel zanjando todas las cuestiones espinosas sobre federalismo, des-baazificación y reparto de los beneficios del petróleo. ¿Qué mando no querría una perita en dulce así que evitara la necesidad de tener que emprender cualquier acción militar adicional? Pero no va a suceder por el mismo motivo que no ha sucedido ya: el Gobierno Maliki es demasiado sectario y está demasiado paralizado como para ser capaz de poner fin a la guerra con un golpe de la varita de la reconciliación.

¿Pero invalida nuestros logros tan duramente ganados la ausencia de este deus ex machina? ¿Acaso esto significa que no podemos tener éxito por otros medios? Cierto, no existe ley del petróleo. Pero a pesar de ello el Gobierno central está distribuyendo los beneficios del crudo entre las provincias, donde los fondos se están dedicando a la reconstrucción.

Cierto, no han modificado la ley de des-baazificación. Pero el propósito entero de dicha propuesta era tentar a los insurgentes sunitas a abandonar su lucha e ingresar en el nuevo orden. Esto ya está sucediendo a una escala cada vez mayor en todo el país en ausencia de una ley más laxa.

En cuanto al federalismo, los kurdos están gobernando su propia región, los jeques sunitas de Anbar y de los demás sitios no están ejerciendo simplemente la autonomía, sino el control de su propia seguridad, y los chiítas del sur se están gobernando esencialmente por su cuenta, habiéndose retirado los británicos por completo, por más que nominalmente sigan ahí. Sí, una ley de autonomía sería buena porque permitiría la celebración de elecciones provinciales. Deberíamos presionar por ello. Pero ya tenemos una autonomía provincial y tribal eficaz en las regiones clave del país.

¿Por qué es aún inalcanzable una reconciliación nacional completa? Porque décadas de totalitarismo de Sadam seguidas de la brutalidad de la insurgencia posterior a la invasión destruyeron gran parte de la infraestructura política del país, haciendo que los iraquíes volvieran al compromiso político más básico: la tribu y la localidad. La idea genial del general David Petraeus ha sido adaptar la estrategia norteamericana para construir a partir de ese hecho, favoreciendo la emergencia de líderes tribales y provinciales y aliándonos con ellos, sin esperar a la liberación nacional cósmica del aparato constitucional recién construido y aún disfuncional de Bagdad.

Al-Qaeda en Irak está en desbandada, la insurgencia sunita en declive, las milicias chiítas inactivas, la capital revive. ¿Vamos ahora a invertir el curso y abandonar todo esto porque el parlamento no pueda ratificar una reconciliación que ya está teniendo lugar por su cuenta?

¿Olvidan acaso los críticos de la guerra sus propios argumentos sobre la irrelevancia de los hitos políticos formales? La transferencia de poderes en el 2004. Las dos elecciones de 2005. La ratificación de la constitución. Se suponía que todos esos eventos eran puntos de inflexión que pacificarían el país y traerían estabilidad, pero todo fue hecho pedazos por el atentado de Samarra en febrero de 2006, que precipitó una orgía de violencia sectaria.

Así pues, justamente ahora que hemos aprendido esta difícil lección de la desconexión entre los hitos políticos y la estabilidad real, los críticos afirman lo contrario: que son esas metas formales lo que realmente cuenta. Esto es confundir de manera fundamental fines con medios. Aprobar esas leyes sería un maravilloso atajo al éxito en Irak. Pero sería una locura abandonar la búsqueda de ese triunfo cuando existe una vía distinta, más ardua pero aún factible, que además se puede demostrar que está funcionando.

En Internacional

    0
    comentarios