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Jorge Valín

Por qué gastan nuestro dinero en grandes causas inútiles

Por más buenas palabras que usen los gobernantes, la política siempre es lo mismo: imposiciones a los hombres libres para satisfacer las ambiciones de los burócratas.

Decía el pensador francés Bertrand de Jouvenel que todo aquel que se dedica a la política tiene dentro un pequeño dictador. Algo que le impulsa a imponer sus ideas y creencias al resto de individuos mediante el uso de la fuerza, es decir, mediante la ley, financiando sus delirios por medio de la extorsión de los impuestos. Ellen Axson Wilson, primera esposa de Woodrow Wilson, plasmó esta idea al decir que su marido "tiene gran pasión por ser el transmisor de los acontecimientos mundiales" e "inspirador de un gran movimiento de opinión". Que alguien del Gobierno, esa organización que tiene el monopolio de la fuerza y agresión, tenga estos delirios de grandeza es una amenaza para todo hombre libre.

El presidente Zapatero tiene la misma visión caudillista que Wilson y que otros grandes tiranos de las democracia formales, que no funcionales, de hoy día. Es incapaz de hacer nada para que lleguemos a final de mes, pero se presta rápido a tirar nuestro dinero al primero que se le tropieza en una cumbre internacional. En estos años de Gobierno Zapatero, España ha sido el país de la OCDE que más cantidad de nuestro dinero ha regalado al "desarrollo". Concretamente, el presidente ha destinado 4.200 millones de euros a este concepto, lo que representa más de 200 euros por persona que trabaja en este país. El año que viene serán más de 5.500 millones. A propósito, ¿sabría decirme un solo país que haya salido del subdesarrollo gracias al dinero que le regalan los gobiernos ricos?

Lo mismo sucede con el cuento del cambio climático. A pesar de estos cuatro años verdes, España sigue siendo el miembro de la UE más alejado de Kioto. Es la excusa perfecta para doblarnos a impuestos en un momento en el que España no está pasando por su mejor momento económico.

¿Y qué tal si nos miramos los temas "pequeños" señor presidente? El Banco de España ha alertado que puede haber una fuerte reducción del empleo el año que viene que afectará, como es evidente, a los empleos temporales. De nada han servido las maravillosas imposiciones de crear estabilidad en el trabajo, como era previsible. Más de un 30% de los asalariados y el 65% de aquellos menores de 29 años tienen un contrato temporal. Como ha recordado José Luis Malo de Molina, director del Servicio de Estudios del Banco de España (BdE), en las épocas de bonanza económica el hiperregulado mercado laboral español no es capaz de generar los empleos deseados, pero cuando los malos momentos se acercan se vuelve especialmente sensible al enfriamiento económico. Siendo así, es de esperar que en 2008 pueda haber auténticas oleadas de despidos y Expedientes de Regulación de Empleo (ERE). Los más afectados, tal y como ha indicado el BdE, los trabajadores temporales. Nada ayuda a esta situación las absurdas y antieconómicas medidas de subir el salario mínimo que no benefician a empresas ni empleados.

Los delirios grandilocuentes de Zapatero no contemplan datos como que el beneficio neto empresarial haya caído sustancialmente este año, que el importante aumento del precio de las materias primas y la inflación afecten negativamente a nuestros bolsillos –lo que puede obligar al Banco Central Europeo a subir tipos–, o que el país pierda 6 puestos en competitividad. Él sigue aumentando la presión fiscal a empresas y particulares. Todo esto son minucias comparado con los grandes planes de nuestro líder.

El presidente, a la vista de los acontecimientos, quiere pasar a la historia a toda costa. Que lo nominen al premio Nobel de la Paz como a su amigo Al Gore y figurar en los libros de historia como el altruista que quiso salvar al mundo. Es igual que sus medidas sólo respondan a su necesidad de promocionarse a sí mismo y no sirvan ni para salvar a los países pobres ni para evitar las agoreras predicciones del cambio climático. Da lo mismo que lo único que hagan sea evitar que los ciudadanos lleguen a fin de mes. Siempre podrá decir que el mundo estaba en su contra y que él sólo pretendía cambiar el mundo con una sonrisa.

Si las palabras de Zapatero fueran francas y él un altruista, dejaría de imponernos su visión con multas, leyes, prohibicionismo, regulaciones e impuestos; se alejaría del frívolo mundo de la política y se haría misionero o, si su laicismo le impide semejante cosa, ingresaría en una ONG. Por más buenas palabras que usen los gobernantes, la política siempre es lo mismo: imposiciones a los hombres libres para satisfacer las ambiciones de los burócratas.

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