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Fundamentalismo religioso

Es una religión profundamente intolerante y violenta, sus propios demonios; no está claro si para el progresismo español el diablo es Bush, Aznar o Jiménez Losantos, pero sí que el infierno se llama catolicismo, Estados Unidos, Israel o libre mercado.

A estas alturas de año, con los manuales de Educación para la Ciudadanía en los colegios a disposición de los niños, estamos ya en condiciones de afirmar que es rotundamente falso que el Gobierno busque una sociedad laica; lo que busca es una sociedad profundamente creyente, crédula, de escasa inquietud crítica y nula actitud cívica. Y sobre todo una sociedad que tolere que sobre ella se ejerza la violencia y que ella misma ejerza la violencia sin remordimientos.

La Educación para la Ciudadanía es algo más que la formación del espíritu nacional, algo más que un manual para el buen socialista. Es, simple y llanamente, una religión. En cuanto tal, tiene sus santos, desde el Che hasta la Pasionaria. Celebra sus días festivos, da igual que sea el del orgullo gay o el de la lucha contra el cambio climático. Tiene sus propios ritos, sus propias oraciones y plegarias, esa pastosa mezcolanza que realizan Bono, Marín o Peces Barba entre democracia, libertad, progreso e izquierda. Tiene su propia concepción del paraíso y de sus moradores, entre los que no nos encontramos ni nosotros ni ustedes, queridos lectores, a no ser que se apelliden Zerolo, Carod-Rovira, Zabaleta o Bermejo.

Y es una religión profundamente intolerante y violenta. En primer lugar porque tiene sus propios demonios; no está claro si para el progresismo español el diablo es Bush, Aznar o Jiménez Losantos, pero lo que sí lo está es que el infierno se llama catolicismo, Estados Unidos, Israel o libre mercado. A nuestros hijos se les quiere enseñar que éstos, junto con el liberalismo político o la Nación española, son los culpables de todos los males del mundo. Y que por tanto, acabando con ellos se solucionaran los problemas de la humanidad. Argumento simple y sencillo, pero que precisamente por eso es sumamente eficaz.

Y lo es, en segundo lugar, por una característica esencial que la diferencia de cualquier otra religión, incluida la islámica; niega la posibilidad de una creencia distinta a la suya, la persigue y la combate. No sólo está construida en nombre de la democracia, sino que considera que cualquier otra creencia distinta es antidemocrática. Cualquiera que se oponga a Educación para la Ciudadanía será declarado enemigo de la democracia. Así de simple es nuestra izquierda. Así de simple, así de implacable y así de democrática.

Ninguna religión ha llegado nunca a considerarse la negación de todo lo demás. Ésta sí. Tiene un componente destructivo de conciencias y culturas tenebroso. Son precisamente quienes llevan años defendiendo una sociedad laica los que deben poner el grito en el cielo; desde la más tierna infancia, se va a adoctrinar a los niños españoles con una intensidad y una profundidad con las que jamás ha soñado religión alguna. Un adoctrinamiento masivo en la violencia ideológica. Ya veremos cuanto tarda en desencadenar la otra.

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