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Victoria Llopis

Marina en el programa del PSOE, o Roma no paga...

La venganza ha sido sutil: puntapié mediante elevación. En estos momentos, el flamante autor debe de estar horrorizado al ver su nombre asociado sin remedio a unas siglas políticas. ¡Todo su chiringuito buenista al traste! ¡Adiós caretas! ¡Adiós, Marina!

Ante el imparable movimiento ciudadano de rechazo a la intromisión estatal en la determinación de los criterios que deben configurar el universo moral de las personas –estamos hablando, cómo no, de Educación para la Ciudadanía– ha habido en estos meses actitudes de todo tipo, que han ido retratando a sus protagonistas: a favor de la libertad y pluralidad ideológica en la sociedad o a favor de la imposición del nuevo pensamiento único.

Sin embargo, ha habido algunos pregoneros y promotores del engendro que han pretendido situarse por encima del bien y del mal, han intentado "no mancharse de barro"; tergiversando la realidad, han pretendido venderla como la nueva ética mundial, el nuevo código de conducta de la Humanidad entera, el compendio de todas las buenas éticas para hacernos a todos más felices. Ríanse ustedes de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Entre estos gurús de la nueva ciudadanía ha brillado con luz propia el profesor José Antonio Marina. Su manual de la asignatura –editado por la editorial de los Marianistas– ha dado la vuelta a España. La foto de su autor en la contraportada también. La voz de su autor en numerosos programas de radio y televisión, también. ¿Hay alguien que no sepa aún quién es Marina? ¡Pero si hasta en el Debate sobre el Estado de la Nación el propio Rodríguez Zapatero exhibió en la tribuna de oradores su famosísimo manual...!

Este verano, en uno de los numerosos cursos que suelen impartirse en esas fechas, tuvo la sinceridad de declarar que ante las numerosas objeciones de conciencia que se iban produciendo, "Educación para la Ciudadanía ha descarrilado". ¡Qué torpeza, Marina! Y es que su egolatría le impidió ver que la secta –en feliz denominación acuñada por Hermann Tertsch– no admite críticas ni desafecciones. ¡El proyecto estrella que bien valía una legislatura, "descarrilado"!

La venganza ha sido sutil: puntapié mediante elevación. En estos momentos, el flamante autor debe de estar horrorizado al ver su nombreasociado sin remedio a unas siglas políticas. ¡Todo su chiringuito buenista al traste! ¡Adiós caretas! ¡Adiós, Marina!

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