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Pío Moa

Tres retos de los "años de hierro"

Anglosajones y franceses se vieron forzados a respetar a Franco, aunque persistiesen en derrocarlo mediante el boicot y el apoyo a sus opositores.

Creo que se puede articular la historia de los años 39-45 en torno a tres desafíos que la sociedad española y sus élites políticas debieron afrontar: la posibilidad de entrar en la guerra mundial, la posibilidad de la caída del régimen hacia el final de dicha guerra, y la posibilidad de una vuelta a la guerra civil. Tres posibilidades, en rigor probabilidades extremas, sobre todo la primera y la segunda. Sorprende que en la realidad se impusieran la muy improbable neutralidad y la continuidad del franquismo.

En cuanto a la entrada en la contienda mundial, la deseaban fervientemente las izquierdas, separatistas y exiliados en general. La estrategia de Negrín consistió en resistir hasta enlazar la guerra civil con la europea, que, creían sus seguidores, les habría asegurado la victoria, aunque a un coste terrible. Erraban, porque entonces las tropas alemanas habrían pasado los Pirineos y cerrado el Mediterráneo, con efectos demoledores para los Aliados. También deseaban la guerra, al lado de Alemania, los falangistas y algunos generales. Por otra parte, las intrigas de grupos militares y monárquicos contra Franco, rondando o cayendo en la alta traición al país, habrían provocado casi seguramente la beligerancia por intervención alemana o anglosajona. Al considerar estas maniobras en las distintas fases de la guerra mundial, constatamos hasta qué punto la no beligerancia dependió de Franco y unos pocos políticos más.

Con su postura, Franco benefició mucho más a los anglosajones que a los alemanes. En los últimos años se viene insistiendo mucho en la real y voluntaria colaboración franquista con el Eje, olvidando su carácter táctico, mientras se dejan en la sombra las decisiones del régimen con respecto a los anglosajones, que puede describirse como una colaboración estratégica, de mucho mayor alcance aunque no deliberada. El secreto de esta última, como he tratado de exponer en el libro, radica en el firme deseo de Franco de que España saliese de la guerra incólume y como una potencia respetable, y no como un destrozado satélite del III Reich.

Pese a los impagables beneficios que Usa e Inglaterra obtuvieron de la política franquista, al acercarse la derrota alemana multiplicaron sus presiones y chantajes contra el régimen. Durante 1944, y sobre todo 1945, puede describirse la situación como "el mundo entero contra Franco", y casi nadie daba un duro por su subsistencia una vez aplastadas las potencias del Eje. En esas circunstancias se produjo la maniobra entre los monárquicos y Allen Dulles, explicada por Luis María Ansón, para utilizar el maquis como pretexto para una intervención de los tanques useños, que invadirían el país e impondrían a Don Juan como rey. Quienes analizan la situación de modo superficial pueden creer que ello habría asentado una democracia normal en España, como en Francia o Italia. Sin embargo la situación aquí era muy distinta: en primer lugar, ni el franquismo había sido vencido ni pensaba ceder el terreno sin lucha (y la División Azul había demostrado su combatividad); en segundo lugar las oposiciones (monárquicos, exiliados, comunistas) no eran democráticas, aparte de estar muy débiles y desacreditadas; y por ello, en tercer lugar, el intento desestabilizaría el país, lo cual repercutiría desastrosamente sobre los intentos, de éxito incierto en 1945 y 46, de afianzar regímenes democráticos en Francia e Italia. Por estas razones, sobre todo la primera y la tercera, anglosajones y franceses se vieron forzados a respetar a Franco, aunque persistiesen en derrocarlo mediante el boicot y el apoyo a sus opositores.

¿Hubo probabilidad, entonces, de guerra civil? Las condiciones parecían excelentes, lo he explicado en el libro, y los comunistas intentaron explotarlas mediante el maquis. Este debía arrastrar al pueblo a la lucha contra el régimen, y a los Aliados a intervenir contra él. Sin embargo la gente, contra todas sus esperanzas y los datos objetivos (las penurias, la represión, el aislamiento internacional...) no colaboró con el maquis, y los Aliados tampoco se arriesgaron a traer sus tanques. Además el franquismo, pese a sus negras perspectivas de supervivencia, del miedo de muchos de sus políticos y de las intrigas incesantes, encontró suficiente apoyo popular y demostró la unidad y resolución necesarias para resolver el problema de manera drástica: el maquis sería derrotado entre 1944 y 1947, aunque persistiera unos años más, ya en crisis.

Estos hechos no resultan explicables por los análisis corrientes, los cuales consideran demócratas a los exiliados, también a veces a los monárquicos antifranquistas, y pasan por alto hechos tan decisivos como el vasto apoyo popular a Franco, el peligro de desestabilización en Europa o el doble carácter de la postura franquista con respecto a Alemania y a los Aliados. De esos análisis surge una historia realmente de chiste, pero se sigue insistiendo mucho en ella, para su propio descrédito.

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