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Cristina Losada

Barato, barato

Con Zapatero, España se ha vuelto un reñidero de regiones y un mercadillo donde se regatea sobre los restos de temporada. Los territorios priman sobre los ciudadanos.

Acabo de enterarme de que el BNG y Zapatero han suscrito el mejor acuerdo para Galicia que conocen los viejos del lugar. Esta buena nueva, que nos comunica el propio Quintana y con él, la prensa regional y algún cronista madrileño, se aprecia en toda su trascendencia en los detalles del compromiso. Es así que, a partir de ahora, el Estado traspasa al Gobierno autonómico las competencias sobre asuntos e instituciones de la mayor importancia, entre los que cabe destacar el Museo de Artes y Costumbres Populares de Orense, el Museo del Castro de Viladonga de Lugo, las bibliotecas públicas de varias ciudades, el castillo de Monterrey, desde el que se otea un bello paraje, así como la potestad para expedir títulos académicos no universitarios, lo que dará una alegría a los zurupetos de modestas ambiciones.

Si alguien dice que la autonomía gallega podía sobrevivir dignamente sin estas transferencias, no tiene ni sensibilidad ni sentido. Y también carecerá de ambos quien tome por el chocolate del loro los 51 millones de euros que saldan la "deuda histórica" en materia social. A años luz están de los 21.000 millones en que don Anxo cifraba el montante de esa deuda fantasmagórica, pero eso fue cuando andaba en tratos con los socialistas para tocar poder. Avisó entonces de que Galicia, o sea, el Bloque, no saldría barato, anunciando, pues, que estaba en venta, pero más vale pájaro en mano que ciento volando.

Este popurrí de obsequios se lo ha sacado Quintana al Papa Noel Z, y bien orgulloso que está el nacionalista, pues dice que todo ello, más el honor de pisar las alfombras de La Moncloa, demuestra que Galicia va alcanzando a las hermanas mayores Cataluña y Euskadi, y que hasta pone y quita ministros como ellas. En realidad, el Bloque ni ha puesto ni ha quitado, sino que, a cambio de estas fruslerías y el minuto de fama, le ha hecho al PSOE el favor de mantener a una ministra, la de Fomento, cuya incompetencia sólo se ve superada por su despotismo y que tuvo en su día el salero de referirse al "Plan Galicia de mierda". Pero impedir la reprobación de una inepta que perjudica a todos los españoles es para nuestro Anxo la prueba del nueve de su influencia en Madrid, y no la evidencia de que antepone el protagonismo de su partido al interés de los ciudadanos. En fin, lejos quedan los tiempos en que los ministros de Fomento eran la bestia negra de los nacionalistas gallegos.

No tan distantes como parece quedan, sin embargo, los tiempos en que Joaquín Costa clamaba contra el caciquismo durante la Restauración, pues parte del papel de aquellos conseguidores, especialistas del mercadeo de favores, lo han venido a asumir unos partidos que cifran su poder en su capacidad tanto para saquear España como para amenazar con destruirla. De ahí que los nacionalistas no sólo se dediquen a la estafa sentimental excitando las bajas pasiones, con el somos mejores que los demás pero nos agravian y otras variantes del victimismo; además, practican la estafa de presentarse como grandes cazadores de recompensas que logran para sus feudos los dineros del Estado, y si luego, como sucede, los malgastan o emplean en el adoctrinamiento, culpan de las insuficiencias y los desastres a España y nunca rinden cuentas.

Gracias al trato de favor que han ido obteniendo, se ha podido consolidar la especie de que son los nacionalistas los que arrancan del puño de Madrid los privilegios y las inversiones. Aunque nunca se había llegado tan lejos como ahora en el quebrantamiento del interés general para tratar de aplacar su apetito insaciable. Con Zapatero, España se ha vuelto un reñidero de regiones y un mercadillo donde se regatea sobre los restos de temporada. Los territorios priman sobre los ciudadanos.

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