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Jorge Vilches

Hijos de Sabino Arana

Todo Estado de Derecho que se precie debe impedir tanto el delito como su justificación o amparo político. No son ideas, por tanto, lo que se condena, aunque éstas sean de la calaña de las sabinianas, sino la pertenencia a una banda terrorista.

El Estado de Derecho ha funcionado contra las "entrañas" de ETA en la sentencia de Kas, Ekin, Segi y Saki. Es el funcionamiento lógico de las instituciones democráticas cuando se encuentran ante organizaciones que, de alguna manera, forman parte de la financiación, movilización o propaganda de una banda terrorista. Y tan garantista es nuestro sistema judicial que la sentencia es recurrible, una figura jurídica a la que los asesinados por ETA no pudieron acogerse.

Pero esto, que bastaría a cualquiera que comprendiera los mecanismos básicos de una democracia, es insuficiente para el llamado "nacionalismo democrático". Especialmente para los que piensan que la raza está por encima de la democracia. Por esto, el consejero de Justicia del Gobierno vasco, Joseba Azkarraga, ha leído una declaración institucional diciendo que con la sentencia se están "encarcelando ideas". Es decir, sostiene el absurdo de que la justicia española impide la libre difusión de ideas, con lo que el régimen español no sería una democracia, sino una tiranía que sostiene el delito de opinión.

Sin embargo, la democracia española está concebida como una sociedad abierta en la que, incluso, tienen voz sus enemigos y sus, ejem, ideas, como las del fundador del partido de Azkarraga: Sabino Arana. Aquel que creó la bandera bicrucífera copiándola de la británica e inventó todo un idioma a partir de trece dialectos vascuences, para luego decir que era una de las siete lenguas de la Torre de Babel. Ese mismo Sabino que investigó en archivos parroquiales y municipales los doce primeros apellidos de su novia para ver si era de auténtica raza euskeriana y, por tanto, digna de casarse con él. Pero vamos con las ideas.

Sabino Arana decía que España era un país degenerado y ajeno. La "raza española" se había contaminado por la invasión de celtas, griegos, romanos, godos y árabes, al igual que su lengua y sus instituciones. Ese mestizaje había provocado la degeneración de España, pues la virtud, según Arana, sólo procede de la pureza racial y del rechazo a las influencias extranjeras. Porque el biologismo político, ese racismo que vertebró en el XX al fascismo, ya estaba en Sabino Arana. El contacto con otras razas había convertido al español, decía en ¿Qué somos? (1895), en femenil, flojo, torpe, corto de inteligencia, "vago hasta el colmo", que "para nada vale" pues "no ha nacido más que para ser vasallo y siervo", al que "sólo le oís rebuznar", siendo además un "adúltero" que "se lava una vez en su vida y se muda una vez al año".

Estos "maketos" definidos por el fundador del PNV eran un obstáculo para la construcción de la futura República euskeriana. Por esta razón, los que carecieran de apellidos vascos no tendrían la ciudadanía, serían personas de segunda en un régimen que expulsaría toda referencia a lo español. Constituiría, por tanto, un servicio a la patria vasca, a la raza, la expulsión de todos aquellos que contaminaran el país con sus ideas políticas o su presencia. ¿Y cómo se realizaba ese "servicio"? Sabino ilustraba la lucha por la independencia de la raza vasca en cuatro batallas contra los castellanos, en Bizkaya por su independencia (1892), por lo que invitaba, de forma implícita, a la violencia y legitimaba su uso.

Pero todo Estado de Derecho que se precie debe impedir tanto el delito como su justificación o amparo político. No son ideas, por tanto, lo que se condena, aunque éstas sean de la calaña de las sabinianas, sino la pertenencia a una banda terrorista. La democracia es así.

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