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Serafín Fanjul

Felices Pascuas

Que prebostes –como unos cuantos conocidos míos– me estén enviando felicitaciones de Navidad sin darse por enterados de que estamos en Navidad ya es harina de otro costal. Y con cargo al Presupuesto, oiga.

En un país como el nuestro, donde toda sinrazón tiene su asiento, se pueden confeccionar tortillas sin huevo, enseñanzas sin contenidos o planes presupuestarios de conservación de costas para Madrid. O celebrar las Navidades sin Navidades. Y en eso estamos. Bien es cierto que hace ya tiempo venimos asistiendo a comuniones laicas; a bodas civiles en que, sin necesidad ninguna y una vez desterrada la Epístola de San Pablo, dan la tabarra declamando las melifluas pelmadas de Jalil Yubrán; o a ruidosas francachelas para celebrar separaciones y divorcios, aunque admitamos el derecho a divertirse de uno (o una) para festejar haberse librado de la prójima o el maromo que tanto amolaban. Bueno está.

Sin embargo, el común denominador de todos estos actos no es la ruptura con lo establecido (los protagonistas están convencidos de que sí y por eso no ahorran exhibicionismos), sino su asimilación irrenunciable. Importa reproducir los mismos rituales litúrgicos cambiando sólo la decoración (tampoco mucho) porque actores y promotores creen estar subvirtiendo algo: ilusos. Integrados y requeteintegrados, más bien, pero ¿cómo mi niño se va a quedar sin fiesta de comunión meramente por no hacer la comunión, o mi perrita Chiqui (escrito Txiky, que da más tono) sin ceremonia matrimonial con el fox-terrier de mi prima, que a saber si es tan puro como dicen? Y ahora le toca el turno a la Navidad.

Inútil recordar el pasado cercano, tan presente para muchos: quienes rendían durante el año pequeños (o grandes) servicios acudían, con éxito vario y tarjetas de originalidad dudosa, a felicitarnos "las Pascuas" ("Felices Pascuas y Próspero Año Nuevo" era la jaculatoria preferida) y, de tal suerte, carteros, serenos, barrenderos, porteros y recaderos mil reunían unos duros, pequeña bufanda con la que abrigarse un tanto de los dispendios de las fiestas. "Felices Pascuas", la frase más común, tan buena o tan mala como cualquier otro convencionalismo, reflejaba la base religiosa de los acontecimientos y sin la cual carecen de sentido desde las vacaciones hasta las pagas extraordinarias, pasando por comilonas o panderos en la Puerta del Sol. Dicen que la expulsión de belenes y misas del Gallo se debe a la modernidad y ante ello sólo me pregunto por qué el progresismo es tan aburrido: si nos cargamos el sentido profundo de la Navidad y abolimos su escenografía, nos quedan tarjetones anodinos y feos (crismas, que no Christmas, decimos en España, con un significado que no viene en DRAE ni la palabra inglesa subsume).

Pase que Talleres Manolo –chapistería y reparaciones en general– u Óptica Menéndez nos remitan un crismas de nieve poco creíble y renos con mucha guasa, pero que prebostes –como unos cuantos conocidos míos– me estén enviando felicitaciones de Navidad sin darse por enterados de que estamos en Navidad ya es harina de otro costal. Y con cargo al Presupuesto, oiga. La sublime cretinada de la fiesta del solsticio de Invierno hace furor entre la tropa supuestamente ilustrada (alguna, ilustrada de veras), por enfeudamientos políticos (¿qué va a pensar el Guía Infalible si meto un toque de religiosidad cristiana en las felicitaciones?), por dejarse arrastrar en la ola de moda o por dárselas de modelno a precio barato.

Así pues, el Director de X "le desea feliz 2008"; y como el gerifalte de Y no va a conformarse con menos, me desea "un año 2008 pleno de vida, salud y paz"; o. directamente, "Con mis mejores deseos, Feliz 2008"; o, en estilo algo más jaranero, "Felices Fiestas y un Próspero 2008"... También hay dignísimos crismas con un "Feliz Navidad" y una firma ilustre; y, por fortuna, uno de los más cultos remitentes –el Marqués de Tamarón y digo su nombre porque coincido en la fórmula– reproduce con naturalidad el tradicional "Felices Pascuas y próspero Año Nuevo", que yo mismo suscribo, aprovechando la ocasión para dedicárselo a los amables lectores. Permítanme que me tome la confianza: no sean cursis y feliciten como les parezca y les salga de forma espontánea. Y lo dicho: Felices Pascuas y próspero Año Nuevo.

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