Menú
Luis Hernández Arroyo

La amenaza del Leviatán

Hay otro aspecto más siniestro, de efectos letales prolongados, que se ha colado sin mucha alharaca en medio de la crisis financiera y que ha dejado en el desconcierto a los bancos centrales: la brutal subida del precio de los alimentos.

El año 2007 ha sido, en primer lugar, la culminación de los excesos arrastrados de años anteriores. Muchos lo temían. Quizás lo que nadie esperaba era la intensidad con la que se ha presentado el inevitable ajuste. Como suelen suceder estas cosas, en pleno agosto nos explotó en las manos la crisis de la hipotecas basura. Por hablar propiamente: la crisis del convoluto en torno a la titulación de dichas hipotecas.

En la crisis anterior, del 2001, hubo gran alborozo porque se había demostrado que las innovaciones financieras habían servido para alejar riesgos excesivos de los balances bancarios mediante su conversión en títulos vendibles a otros agentes no bancarios. El panorama que sugería tal cambio es que, quizá, ya no habría más crisis bancarias y sus penosas consecuencias. Pero no ha sido así: resulta que esta vez, por la torpeza, desidia y fraude de todos los participantes en la cadena de transmisión de riesgos (desde los diseñadores de los extraños productos a las casas de rating, pasando por la miopía de los reguladores), los engendros financieros se han quedado en las cajas bancarias, con lo que la incertidumbre se ha propagado a todos sus rincones. Se produce así una situación engañosa, en la que los PIB del tercer trimestre muestran gran fortaleza, que no es más que la última fase de normalidad. Sin embargo, en Estados Unidos ese mismo PIB, de un saludable 4,9% de crecimiento, contiene ya un dato inquietante: pese al aumento de la productividad, una caída de beneficios empresariales –corroborada en las pérdidas declaradas de las empresas del Standard & Poor´s–, que suele ser la primera señal de una recesión en ciernes.

De todos modos no es esto lo peor de 2007; hay otro aspecto más siniestro, de efectos letales prolongados, que se ha colado sin mucha alharaca en medio de la crisis financiera y que ha dejado en el desconcierto a los bancos centrales: la brutal subida del precio de los alimentos. Según datos de la FAO, los precios de la alimentación básica han aumentado un 40% (70% sólo el maíz) en 2007 y amenaza con seguir subiendo más deprisa en años venideros. Nadie ha sabido dar una explicación mínimamente convincente a este fenómeno, que no deja de ser un escándalo tras el gran salto tecnológico del que nos hemos beneficiado en la última década. Se han aducido explicaciones varias, como el aumento de la demanda, la caída de la oferta, malas cosechas, etc. Pero hay más.

Vamos por partes: en cuanto a la oferta, si no fuera el sector más intervenido del mundo, la aplicación de nuevas técnicas de cultivo, gestión de inventarios y previsión de la demanda hubiera logrado una oferta mucho más elástica frente las variaciones de la demanda, con lo que los precios ahora deberían ser estructuralmente más bajos, como ha pasado en todos los mercados de bienes y servicios. En cuanto al aumento de la demanda, es donde está realmente la "piedra de escándalo". La razón mayor del repunte de la demanda resulta ser las ayudas y subsidios al bioetanol, cuya fabricación se queda ahora con el 30% de la producción de maíz, y seguirá creciendo hasta llegar al menos al 50% en 2008, etc.

Aquí nadie se salva, ni Bush. Todos los gobiernos han jugado a salvadores, por la influencia directa de la propaganda algoriana en el electorado, y han subsidiado con generosidad el combustible más inútil y grotesco de la historia, ¡uno que no hace bajar los precios del petróleo, pero que sí hace subir el coste de la alimentación! Todo ello ha desviado millones de hectáreas de cultivo de maíz y cereales hacia el bendecido etanol en el mundo: desde Estados Unidos a la Unión Europea, pasando por Brasil, India, África... zonas, ha de notarse, sin defensa legal de la propiedad. Según un grupo de observadores no gubernamentales, en algunas zonas del planeta "estamos hablando de una expropiación de una escala sin precedentes". Naturalmente, esto repercute en toda la cadena alimenticia vía forrajes para animales. ¿Quiénes pierden más? Obviamente, los más pobres de la tierra, que van a recibir un severo varapalo sólo por el capricho de unos políticos plegados a ese grupo de presión de influencia ilimitada y letal. 2008 será un año de aumento del hambre en el mundo. Pero nosotros, los países afortunados, también vamos a sufrir un descenso notable del nivel de vida. Súmese a la caída del ciclo, el aumento del paro, etc. y se verá por qué habrá que descontar fricciones sociales.

Desgraciadamente, una prueba más, pero a nivel planetario, del avance de la intervención del Leviatán y del repliegue del liberalismo, que nadie defiende ya con fuerza, pues no hay líderes en el mundo como Reagan y Thatcher, de cuyo legado estamos todavía viviendo lo que queda de la menguante libertad. Bush, en cambio, ha demostrado no creer mucho en ella. Ya lo dice Greenspan: es el único presidente que no ha usado ni una sola vezsu derecho de veto sobre el Congreso para evitar los aumentos del gasto, por disparatadas que fueran las propuestas.

Fracaso de intervención llama a más intervención, como decía Hayek. Se acercan tiempos poco brillantes; por culpa de la presión de los ecologistas, podríamos decir. Aunque da la impresión de que siempre habrá en la humanidad una demanda latente de intervención salvadora.

En Libre Mercado

    0
    comentarios