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Agapito Maestre

Movimiento socialista contra las víctimas

El Gobierno no sólo se conforma con negociar con los verdugos, sino que le pide a las víctimas que colaboren con ellos. He ahí la maldad contra la que me rebelo civilmente.

La socialdemocracia en España es sólo un modo de disfrazar el genuino objetivo del PSOE, que no es otro que ocupar totalitariamente todo el espectro político, social y cultural de una nación. Se trata, en suma, de convertir el partido en una pieza clave de eso que, a comienzos del siglo XX, fue llamado movimiento político-social. Sí, hoy por hoy, el PSOE es más que un partido político; es un "movimiento político", por ejemplo, tiene varias televisiones, por no decir todas, varios periódicos, por no decir que casi todos, que están infectados por la doctrina del propio movimiento socialista, o mejor, disfrutan de sus favores. Etcétera, etcétera. Sustituir al Estado-nación por el Estado-partido primero, y después al partido por el movimiento, fue y sigue siendo el ideal socialista, o sea, totalitario.

He ahí el principal empeño del PSOE que, sin lugar a dudas, está consiguiendo unos increíbles resultados que para sí hubiera querido la Secretaría General del Movimiento de Franco, especialmente a la hora de coordinar políticamente la lucha de los diferentes ámbitos culturales y sociales por impedir que nadie cuestione al "césar" en el poder. En el interior de ese movimiento socialista hay distintas fuerzas con diferentes miras, pero todas coinciden, siguiendo la doctrina de Zapatero, en negar, o mejor, volver a matar civilmente a la víctima.

Terroristas y socialistas, nacionalistas y socialistas, en este punto siguen dándose la mano. Unos y otros están muy acompañados por periodistas, profesores, escritores, en fin, gente del mundo intelectual que está dispuesta a dar la batalla contra la víctima. Es la famosa gente de la Kulturkampf, que tanto éxito tuvo en el movimiento nacionalsocialista. También, hoy, en la España actual, esa Kulturkampf es magníficamente imitada por los "luchadores de la cultura" socialista en los medios de comunicación y, por supuesto, en las universidades.

El objetivo fundamental de la Kulturkampf española, al menos en un punto, hace palidecer de horror al terrorífico Mein Kampf de Hitler; pues éste tenía como objetivo enfrentarse a seres vivos, mientras que los "luchadores" a favor del socialismo de Zapatero quieren volver a matar las víctimas del terrorismo. Su cobardía es doble. Odioso es el criminal que va a por el ser vivo, pero es pérfido, salvaje, el que pretende volver a matar la víctima. Los luchadores de Zapatero no soportan el poder crítico y civil de la víctima, especialmente odian que la víctima de ETA tenga alguna posibilidad de rehabilitarse en el ámbito en el que fue asesinada: el ámbito público. No citaré por sus nombres a ninguno de estos "luchadores culturales", sencillamente, porque no hay nada que discutir con ellos, entre otras razones, porque no ofrecen argumento alguno capaz de resistir la prueba mínima de "verosimilitud" o plausibilidad que un diálogo libre requiere. Sólo me cabe el desprecio de su disparatada verborrea.

Nada de todo lo que está sucediendo ahora contra la víctima me ha cogido desprevenido. Al contrario, llevo denunciándolo hace años; y, por supuesto, hace tiempo que lo vengo analizado, casi tanto como lleva el "intelectual" de izquierdas se rendido al poder de los pistoleros de ETA. Valga como ejemplo de mi predicción algunos párrafos del discurso que dirigí, como maestro de ceremonia, a los manifestantes que congregó en Madrid la AVT, en noviembre de 2006. Esto fue más o menos lo que dije:

Todos los presentes sabemos por qué estamos aquí. Todos tenemos razones que justifican nuestra participación en este espacio común. Político. Y, por supuesto, todos hemos venido aquí movidos por un sentimiento, una pasión, una razón que se llama solidaridad con las víctimas del terrorismo, que no cesan de enseñarnos que una nación es también una unidad colectiva de sufrimientos.

Sí, la nación, el Estado democrático, España, tiene, por desgracia, una base de sufrimientos. Pero eso no significa, en modo alguno, que un gobernante pretenda construir un nuevo "Estado" sobre la sangre de los españoles asesinados por el terror. Eso sería una maldad, una perversidad, un crimen de guante blanco. Sin embargo, sobre esta vileza opera el Gobierno de Zapatero. En realidad, son tres iniquidades las ya perpetradas por el Gobierno de la nación. Primera, quieren montar un nuevo Estado sobre el sufrimiento de los españoles. Segunda, exigen silencio a las víctimas. Tercera, niegan el sentido democrático de las víctimas.

A esas tres violencias sólo podemos enfrentarle la fuerza de una rebelión ciudadana, una contestación civil, animada por el pensamiento de lo que quiere decir, de verdad, vivir libres. Vivir, sí, como victimas que no se han dejado arrebatar su condición ciudadana por los terroristas y que no se la dejarán arrebatar por nadie. Victimas, sí, que no se han resignado a quedar reducidas a objetos de compasión, porque son sujetos políticos. Ciudadanos. Españoles.

Gracias a la iluminación de esos españoles nos rebelamos civilmente contra el Gobierno que negocia con los terroristas sobre el dolor de sus víctimas. La democracia española no se construyó sobre la sangre, aunque ciertamente su capítulo más trágico es la mucha sangre vertida en ella. Nadie diría que la muerte del ser querido, la pérdida de gentes amigas, la mutilación, el insulto o la amenaza sirviesen a la democracia, ni siquiera para fortalecerla, porque en democracia no sobra ni una sola persona. En todo caso, la democracia siguió a pesar de los crímenes. Pero he aquí que tenemos un Gobierno, el de Zapatero, que se erige sobre el cenagal de un crimen inmenso, imponiendo el silencio que sigue a un acta de defunción.

El Gobierno no sólo se conforma con negociar con los verdugos, sino que le pide a las víctimas que colaboren con ellos. He ahí la maldad contra la que me rebelo civilmente. Sólo alguien al margen de toda idea democrática, de sentido común, puede exigirles a las víctimas que, en aras de una paz de cementerio, se lamenten en silencio y que no tengan más consuelo que sus lágrimas. Se les pide en suma que consientan en su sacrificio. Terrible. Pero, porque ninguna democracia se erige sobre ese modo inhumano de sacrificio, sobre la muerte civil de la víctima, sobre ese crimen de guante blanco, me rebelo civilmente contra el Gobierno de Zapatero y sigo fielmente a la víctima.

Rescatemos la lección de las víctimas, en su calidad de españoles, y sentiremos que nuestra democracia derrotará al terrorismo. Persistamos, amigas y amigos, con la AVT en que su lucha, nuestra lucha, es una contestación ciudadana, una rebelión cívica, para que nadie le impida a la víctima rehabilitar su dignidad a través de su participación en el espacio público del que fue expulsada por el terror.

Miremos, sí, con mirada limpia a las víctimas. Aprendamos de su principal hallazgo: España no está muerta. Han matado a muchos españoles, pero nos quedan su memoria, su dignidad, su justicia. Son las bases para que España no se sienta compadecida por nadie. España sólo quiere ser nación y la víctima, su modelo, su arquetipo, ciudadano.

Después de transcribir estos párrafos, entiendo mejor la afirmación de Heidegger: "filosofía es repetición", repetición y repetición.

En España

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