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Amando de Miguel

A vueltas con los nacionalistas

¿Por qué no puedo amar yo a esa Cataluña que forma parte de mi vividura?

Iñigo Martinez-Labegerie (sin acentos) me echa en cara que yo haya escrito Euskalherría con minúscula. Lo siento, no era mi intención. Don Iñigo insiste en que esa palabra no existe; se debe decir Euskal Herria (= País Vasco). No estoy muy de acuerdo, pues el País Vasco está constituido por tres provincias de la antigua corona de Castilla: Álava, Guipúzcoa y Vizcaya. Lo de Euskal Herria (que yo prefiero transcribir como Euskalherría o mejor, Euscalerría) es una creación ideológica posterior que incluye el País Vasco, Navarra y las tres provincias del País Vascofrancés. Puede que ese conjunto sea una unidad política en el futuro, pero no lo ha sido en el pasado.

Precisamente don Iñigo (sin acento) me aclara que Zuberoa es el nombre de una de las provincias del País vascofrancés, por lo que considera una "badulacada" mi afirmación de que era un nombre pagano. La verdad es que no me parecía Zuberoa un nombre del santoral, pero no será esa mi única ignorancia. Lo de zubi me sonaba a "puente", pero nada más. Seré ignorante, mas no badulaque. Por ignorante, aprendo.

Raúl de Gastéis me aclara que Zuberoa sí es un nombre propio y cristianísimo: "es la advocación mariana del pueblo roncalés de Garde". Otra cosa más que aprende uno. Algo más me documenta don Raúl: Egoitza es nombre propio y significa "hogar". Me congratulo, pero santo, santo tampoco es.

Joan Pontí Recasens confiesa que tanto l’Avui como Libertad Digital son dos periódicos que "tienen un sospechoso interés en sembrar odio". Por lo visto, don Joan está en el tertius gaudet (el tercero que se beneficia) al buscarse los dos extremos que se enfrentan. Pero se equivoca por lo que respecta a Libertad Digital, si es que puedo hablar en nombre de los compañeros de pantalla. No es cierto lo que percibe don Joan, que en LD: "intentan crear una imagen de una Catalunya intolerante, xenófoba, que discrimina al castellanohablante". No señor. Realmente hay una Cataluña que manda y decide, o una parte de ella, que es xenófoba, intolerante y discriminadora respecto a los castellanoparlantes. Naturalmente, en Libertad Digital –para hacer honor a nuestro nombre– criticamos a cualquier persona o grupo que odie a los extranjeros y sea intolerante. Nuestra opinión solo puede beneficiar a la Cataluña que amamos, archivo de la cortesía con los de fuera (por recordar a Cervantes) y tolerante. Conozco a muchos catalanes que entrarían en esas categorías, algunos incluso, nacionalistas. ¿Por qué no puedo amar yo a esa Cataluña que forma parte de mi vividura?

Jaume Orio empieza así su mensaje: "Muy Sr. Mío: Pretende hacer ver en su blog que habla de lengua, pero en realidad solamente se desprende rencor de sus frases". Y termina: "Me despido sin saludarle". ¿Qué quiere que le diga don Jaume? Usted mismo se retrata. No obstante, le agradezco mucho lo de "muy señor mío".

Cándido Montero aporta su parecer sobre la batallona cuestión del nacionalismo lingüístico:

No le dé más vueltas al asunto de los nacionalistas, es su odio a España lo que les mueve, como usted muy bien sabe. Y tampoco les dé el placer de llamar castellano a nuestro hermoso idioma español. Mire: si un día alguna de estas "patrias" consiguiese ser independiente ya no les importaría llamar español a nuestro idioma: sería un idioma extranjero más como el francés o el alemán. Su problema es que hoy por hoy pertenecen a España y decir español es asumirlo como propio. Llamándole castellano quedan más tranquilos porque entienden que es un idioma forastero que tienen que aprender por obligación o conveniencia. A mí siempre me han recordado a una solterona forzosa frustrada por no haber tenido hijos, es decir, por no haber podido expandir su lengua. Al pensar en el español, lleno de hijos, se ponen histéricos y de mal humor.

Estoy de acuerdo con "el odio a España" como espuela de los nacionalismos. La paradoja está en que solo un español puede odiar verdaderamente a España. Siempre me ha parecido que los terroristas vascos son el alcaloide de los españoles, su quinta esencia amarga.

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