Menú
EDITORIAL

Una paz sin Z

Esta situación esperpéntica, con un Gobierno que rehúsa admitir la naturaleza y funciones de nuestras operaciones militares en el exterior, obedece al falso pacifismo de Rodríguez Zapatero, inmerso en un discurso delirante

Visitar a las tropas españolas desplegadas en el sur del Líbano es lo mínimo que el Presidente del Gobierno podía hacer tras el viaje de S.M. El Rey a Afganistán la semana pasada. Un gesto tardío, aunque al menos pone fin a la situación de anormalidad de nuestros soldados, que hasta la fecha no habían recibido el reconocimiento expreso y directo del presidente a la delicada misión que llevan a cabo en una de las zonas más inestables del planeta.  

En este caso nuestros soldados realizan una misión de garantía del cese de las hostilidades iniciadas en el verano de 2006 por la organización terrorista Hezbolá contra Israel. Esta tarea incluye el apoyo al Gobierno de Líbano para desarmar a todos los grupos terroristas que operan en el área designada y la evitación de la presencia en la zona de fuerzas armadas de terceros países que no sean miembros de la misión internacional. Todo esto al amparo de la Resolución 1701 aprobaba de forma unánime por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en agosto de 2006. Se trata por tanto de una empresa militar encaminada a la paz pero que no excluye el uso de la fuerza. Más allá del cumplimiento parcial de los objetivos de la misión –Hezbolá sigue presente en la zona con grupos armados en estado durmiente- es importante señalar que las fuerzas armadas lleva a cabo una peligrosa misión de seguridad y de lucha contra el terrorismo, algo que el Gobierno se niega a reconocer.

Esta situación esperpéntica, con un Gobierno que rehúsa admitir  la naturaleza y funciones de nuestras operaciones militares en el exterior, obedece al falso pacifismo de Rodríguez Zapatero, inmerso en un discurso delirante cuyas últimas consecuencias ocasionarían un daño irreparable a los intereses de España, palabra que por alguna extraña razón el jefe del Ejecutivo se negó a pronunciar en su brindis con los soldados. Que el Presidente del Gobierno duda de la existencia de una nación española es un hecho bien conocido. Basta recordar su declaración de que era algo “discutible”, o como afirmó en otra ocasión “un concepto que nos llevaría muy lejos”. ¿Tan lejos como para colocar nuestros intereses en manos de la estrambótica coalición de dictaduras y regímenes populistas que domina la Asamblea General de las Naciones Unidas?

Esa es la única conclusión que cabe extraer de la alusión de Rodríguez Zapatero a la O.N.U. como “patria de la paz”, lo que equivale a situar los designios de esta organización internacional por encima del derecho de los estados a proteger sus fronteras y a la legítima defensa en caso de agresión exterior. No es la primera vez que el presidente se refiere a Naciones Unidas en términos análogos, aunque el hecho de que lo haga precisamente en presencia de miembros del ejército, que según el artículo 8 tiene como misión garantizar la soberanía de España (un concepto que según Rodríguez Zapatero “ha cambiado mucho”) y “defender su integridad territorial”, resulta altamente preocupante.

Es precisamente la O.N.U. el foro que Marruecos ha elegido para reivindicar una y otra vez su soberanía sobre Ceuta y Melilla, algo que según las declaraciones del ministro de Comunicación marroquí del pasado mes de noviembre su país seguirá haciendo. Hasta ahora, Naciones Unidas no ha incluido estos territorios en su lista de zonas pendientes de descolonización, aunque dada la correlación de fuerzas en su Asamblea General, no sería sorprendente que Marruecos consiguiera una resolución que cuestionara la españolidad de al menos estas dos ciudades, como hace algún asesor de Rodríguez Zapatero. ¿Qué haría entonces el Presidente del Gobierno? Esperemos lo mejor, aunque a juzgar por sus declaraciones de ayer, cabe esperar lo peor.

En España

    0
    comentarios