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José García Domínguez

Xavier García Albiol

Porque resulta que Albiol no sólo demostró ser capaz de frenar la sangría que provoca Ciutadans a los conservadores en todas las circunscripciones de Cataluña. Sino que incurrió en un pecado mucho más grave: robar votos a los propios socialistas.

Cataluña, que en apenas una generación ha renunciado a ser la fábrica de España con tal de constituirse en el granero tontiprogre de Europa, decidirá quién ha de ocupar la Moncloa. En fin, así planteado, el asunto invita a coger inmediatamente un avión y salir huyendo de la Península. Sin embargo, si uno contempla esa fatalidad con mirada serena, concluye que, ni mucho menos, resulta evidente que el drama esté servido. Y es que, por más que berreen y el mucho ruido que hagan, los nacionalistas, parafraseando a Mao, no son más que tristes tigres de papel. Lo demostró por primera vez Vidal-Quadras, cuando su batalla intelectual contra el nacional-progresismo desató tal ola de pánico transversal en el gallinero del “establishment” que algunos aún hoy no se han recuperado.

Volvió a comprobarse en la campaña contra el Estatut, cuando, lejos de amotinarse en las urnas frente al enemigo exterior, los catalanes abandonaron a los nacionalistas a su (pírrica) suerte en el referéndum. Y de nuevo se ha constatado, hace nada, en las Municipales, allí donde el Partido Popular se atrevió a franquear los estrechos márgenes que delimitan la corrección política en el Oasis. La prueba del nueve la constituye el incremento espectacular de votos conseguido por Xavier García Albiol en Badalona, secular feudo socialista y hebilla del cinturón “rojo” que rodea a la capital.

Por eso, ahora, cuando las aguas fecales de la gran fosa séptica identitaria ya llegan desde las víctimas del AVE en Hospitalet hasta el bazar de los padres de Albert Rivera, el PPC esté obligado a designar un candidato que haya comprendido la diferencia entre verlas venir e ir dándolas. Y quien mejor responde a ese perfil ideal resulta ser el propio Albiol. Con razón ese hombre ha devenido en el dirigente popular más denostado por el tripartito y sus legiones de plumillas en nomina. Pues no cabe acusarlos de haber elegido mal su objetivo. Muy al contrario, han acertado de pleno.

Porque resulta que Albiol no sólo demostró ser capaz de frenar la sangría que provoca Ciutadans a los conservadores en todas las circunscripciones de Cataluña. Sino que incurrió en un pecado mucho más grave: robar votos a los propios socialistas dentro de lo que ellos creían su cortijo privado. Llegados a este punto y seguido, uno se siente tentado de obedecer a aquel don Juan de Mairena, profesor de retórica, que sentenció: “De cobardes nunca se ha escrito nada”. Sin embargo, tampoco conviene hurtar al lector el dato de que los meapilas de CiU, tras llenarse la boca acusándolo de “xenófobo” ante su renuencia a izar más mezquitas a Alá el Misericordioso, han optado por plagiar su famoso video en la precampaña. Con un par.

El candidato existe. Se llama Xavier García Albiol. Ahora, es Sirera quien debe tomar la palabra.

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