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Miriam Leiva

La crítica, en el lugar y momento oportunos

Que nadie se llame a engaño, todo tiene que ser dentro de los intereses y limites que fije el poder, que debe permanecer absoluto y sólo legar al pueblo el derecho de decir y esperar.

Expectativas muchas, cambios para cuando sean convenientes.  La Asamblea Nacional del Poder Popular de Cuba sesionó el 28 de diciembre, en una labor tan eficiente que consumió pocas horas.  Se escucharon el mensaje de Fidel Castro, los informes de los ministros de Economía y Finanzas, y del presidente de la Comisión Económica,  así como los discursos de Ricardo Alarcón y el General Raúl Castro.
 
De medidas para enfrentar las crecientes dificultades socioeconómicas, ni asomo.  Pero dicen que llegarán. Ahora habrá que esperar la constitución de la nueva Asamblea luego de las elecciones de enero próximo, cuyo resultado ya es ampliamente conocido, pues de 614 diputados a elegir, están nominados los 614.  En fin, que no habría que ir a las urnas  para escenificar una obra teatral que pudiera llamarse "elecciones para complacer ilusiones democráticas".
 
Por estos días en todo el país se habla de las medidas que se pondrán en práctica.  Desde entrega de tierras, más licencias para trabajadores por cuenta propia,  propiedad real de las viviendas y posibilidades de compraventa, hasta libre adquisición de autos.   Tal parece que los cubanos han dado rienda suelta a la imaginación según sus dificultades, intereses y aspiraciones. También podría tratarse del desgastado método del gobierno y la policía política de lanzar comentarios, llamados bolas, para que cuando se mueva algo, haya tranquilidad y complacencia.
 
Lo cierto es que el proceso de asambleas efectuado para que los ciudadanos expresaran sus opiniones, ha aglutinado más de un millón de sugerencias y críticas y, sobre todo,  liberado el cúmulo de tensiones de cada ser humano, y las autoridades han conocido como está el ambiente entre el pueblo. Ese es un viejo método utilizado en Cuba con nefastos resultados hasta ahora.
 
El General Raúl Castro reiteró en esta Sesión que los dirigentes tendrán que saber escuchar y crear condiciones para que la gente hable.  Pero dejó muy claro, una vez más,  que las opiniones deben expresarse libremente "en el lugar y el momento adecuados".  Y es ahí donde está el quid del enigma.  Que nadie se llame a engaño, todo tiene que ser dentro de los intereses y limites que fije el poder, que debe permanecer absoluto y sólo legar al pueblo el derecho de decir y esperar.
 
¿Y esperar qué? Para no perder las esperanzas de que algo se mueva en este devastado e incrédulo país, esperar a que los dirigentes acaben de acomodarse en la nueva situación del ejercicio de su poder, finalmente delineen los marcos de las llamadas reformas, y empiecen a ejecutarlas. Posiblemente será cuando los nuevos diputados a la Asamblea Nacional laboren en su primera sesión. Algo totalmente convencional, porque en realidad, pudiera suceder que se emitan Reglamentos, Decretos y Leyes sobre los asuntos que la máxima dirección entienda convenientes para mover esencialmente la economía.
 
Pero la población podría no seguir cayendo en la trampa de la eventual represión de  esa licencia para opinar, porque ya se entra en el año 50 de la "revolución", y como se dice en Cuba: estamos muy escamados. Ese dejar decir, puede significar mejor información para los órganos de la policía política, que debe estar llenando sus archivos para eventuales andanadas represivas. Indudablemente, las opiniones proporcionadas por las asambleas de análisis del discurso del General Raúl Castro por el aniversario del 26 de julio son más directas y, en muchos casos, más espontáneas y fidedignas que las de los informantes y los Comités de Defensa de la Revolución.
 
El discurso del gobernante en funciones fue más incisivo en la reciente oportunidad,  particularmente hacia los Estados Unidos y, por supuesto, los llamados mercenarios al servicio del imperialismo dentro de Cuba.  Respecto al vecino del norte, resulta comprensible, pues está entrando en una etapa de poder efectivo, debe dar garantías a Fidel Castro y su entorno, retomar su aureola de pragmático pero duro, así como sentar posición ante la política del Presidente Bush.  Respecto a la disidencia, deja muy claro que la mantendrá como chivo expiatorio y amenazada de una oleada represiva tan pronto como convenga.
 
Y el pueblo cubano, paciente, pacífico y crédulo por falta de otra posibilidad, posiblemente alcance algunas mejorías económicas con las medidas que el gobierno irremisiblemente tiene que adoptar para preservarse si pudiera otros 50 años más.  Ojalá que la inercia no vuelva a dejar como única opción morir en el Estrecho de la Florida, el exilio o la cárcel. La reconciliación no puede partir sólo de una parte de los cubanos, los opositores pacíficos, tiene que ser obra de la mayoría. Menos aún es justo que en las cárceles cubanas permanezcan  personas injustamente mancilladas. Nadie tiene porque malgastar su vida, pero un día en una prisión no es una unidad de  tiempo real ni pequeña. En Cuba tiene que llegar el momento en que no se sobreviva, sino se viva y se cree para beneficio de los cubanos.

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