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Rubalcaba Dixan

Lo que pasa hoy en el Beluchistán tiene sus reverberaciones en Gerona, Granollers y otras zonas.

En el 2003, el PSOE se mofó del Gobierno de Aznar por haber detenido a un puñado de islamistas en Cataluña. Algunos de sus dirigentes dijeron que todo era producto de la mente calenturienta de Aznar, contaminado por la guerra contra el terror de su amigo Bush; otros, que la operación era un montaje electoralista. A los detenidos los llamaron, para ridiculizar su detención, "el comando Dixan".

En la segunda mitad del 2004, cuando en una de sus conferencias en la Universidad de Georgetown en Washington, José María Aznar avisó de la obsesión real de Al Qaeda con Al Andalus, no tardaron en surgir la voces de la izquierda para denunciar su nueva exageración. Hasta El País, en un vergonzoso editorial, le llegó a equiparar al mismísimo Bin Laden por ver en el ideario del terrorista un peligro real para España.

Ahora, el actual ministro del interior, Rubalcaba, corre a jactarse ante las cámaras y otros medios de la detención de unos islamistas, de nuevo en Cataluña, que esta vez sí, tenían la intención de montar un gran atentado en nuestro suelo. Sus evidencias no son mucho mayores que las del famoso comando Dixan, pero sí mucho mayor el miedo del Gobierno. Si de aquí a las elecciones del 9 de marzo se produjera un atentado islamista, toda su teoría de que la culpa era de Aznar, Bush e Irak se les vendría abajo.

Aún peor, si el Gobierno ha actuado contra estos terroristas ha sido, una vez más, no por sus buenas artes, sino gracias a una alerta de un servicio de inteligencia extranjero, auténtico sujeto que disparó todas las alarmas al captar la llegada de un conocido elemento de la yihad a Cataluña. Un atentado revelaría la impericia con la que el equipo de ZP ha abordado la amenaza islamista hacia España y en España.

Dos elementos añadidos. El primero, que todo gire en torno a Cataluña no es casual. Allí la Generalitat ha primado la emigración no hispanoparlante en su política de limpieza lingüística y ahora se empiezan a pagar sus consecuencias. Sin la infraestructura de parte de la población musulmana sería imposible la recurrencia de intentos de atentados islamistas en Cataluña. Segundo, la aparición de paquistaníes en estas tramas tampoco es casual. Dos tercios de inmigrantes procedentes de Pakistán residen en Cataluña y era cuestión de tiempo que esta bolsa de pakistaníes quedara expuesta a las maléficas influencias de los radicales. Lo que pasa hoy en el Beluchistán tiene sus reverberaciones en Gerona, Granollers y otras zonas.

Este Gobierno está en eso de su Alianza de Civilizaciones y ha descuidado las amenazas que nos acechan. Su miedo electoral hace también un flaco favor a las causas judiciales, ya que lleva a que la policía actúe antes de contar con suficientes pruebas para condenar a los sospechosos.

Pero sobre lo que no debería caber ya duda alguna es de que el Dixan no son unos polvos inocuos y que la yihad nos tiene en punto de mira.

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