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Dos ministros incapaces

No es que el caso de la célula islamista de Barcelona sea una negligencia, un error o una dejación de funciones. Es que ni uno ni otro dan para más.

El espectáculo de dos ministerios afirmando cosas distintas respecto al mismo caso pone de manifiesto una de las principales características del Gobierno de Zapatero; sus miembros rara vez muestran capacitación profesional, y las más de las veces están en sus puestos, o por fanatismo ideológico –como es el caso del ministro Bermejo, de quien se conocen más declaraciones de corte tabernario que institucional–, o por su capacidad para controlar situaciones que rozan la legalidad constitucional, caso del ministro Rubalcaba, en cuyo currículum se encuentran vilezas como la del 13-M, y oscuros episodios como el de los gobiernos del GAL.

Ninguno de los dos ha demostrado capacitación profesional para ocupar ambas carteras. El espectáculo dado por los dos ministerios, el de Interior y el de Justicia, a propósito de los islamistas detenidos en Barcelona, muestra hasta qué punto la decisión de Zapatero de dotarse de un Gobierno ideologizado hasta la médula y dedicado a la fontanería interna tiene sus consecuencias. ¿Qué ocurre con la descoordinación a propósito de los islamistas de Cataluña? Pues ocurre que ni Rubalcaba ni Bermejo están a lo que deben estar; a cazar terroristas el primero y a meterlos en la cárcel, el segundo. Y no lo están porque ninguno de los dos fue nombrado para eso.

Rubalcaba fue nombrado para controlar qué hacían y qué no las Fuerzas de Seguridad del Estado respecto a ETA. Bajo su mandato, las denuncias sobre directrices para aflojar la presión sobre los etarras se multiplicaron; el escándalo llegó a la cúspide con el chivatazo del bar faisán. Dedicado a vigilar el proceso de negociación entre Zapatero y ETA, ha descuidado totalmente sus funciones en otras materias; es el caso de la seguridad ciudadana, y, hoy, en terrorismo islámico. Sólo el buen hacer de los profesionales de los cuerpos policiales ha evitado y evita males mayores. Para ellos, Rubalcaba es un lastre.

De Bermejo puede decirse algo semejante. Profesionalmente limitado, fue nombrado por Zapatero en virtud de su fanatismo ideológico. Durante su ejercicio en el ministerio, su principal función ha sido ejercer de cortafuegos jurídico para las marcas electorales de ETA. Inaudito ha sido ver a un ministro español defendiendo a capa y espada la legalidad de los grupos etarras. Si Rubalcaba trataba de controlar a las fuerzas de seguridad, Bermejo hacía lo propio con la Fiscalía del Estado. Más allá de eso, y de jugar a bolchevique con el sueldo y el coche oficial que todos le pagamos, Bermejo ni sabe, ni contesta.

Rubalcaba y Bermejo fueron nombrados por Zapatero con el único objetivo de controlar su principal apuesta para la legislatura; la negociación política con ETA. Más allá de usar a las FSE y a la fiscalía para proteger el proceso, los dos han mostrado sus carencias en otros temas de manera clamorosa. No es que el caso de la célula islamista de Barcelona sea una negligencia, un error o una dejación de funciones. Es que ni uno ni otro dan para más. Son, más allá de los oscuros objetivos que Zapatero les fijó, unos ministros incapaces.

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