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Joan Valls

Operación Roca invertida

Mientras se gesta la enésima escisión en el seno del PNV, Rajoy deberá decidir si diseña un pacto a medio plazo con Mas y Pujol hijo o con la línea posibilista que encarna un Durán obsesionado por las carteras ministeriales.

La presencia de Ruiz, el hombre puente con Prisa, nunca fue una duda razonable para Rajoy. Además, Mariano hace meses que tiene cosas más importantes en las que pensar. En su agenda lleva tiempo garabateando la duda hamletiana de todo candidato popular sin demasiadas expectativas de mayoría absoluta. La elección correcta para un largo período de Gobierno conservador: ¿Convergència o Unió?

Mientras se gesta la enésima escisión en el seno del PNV, Rajoy deberá decidir si diseña un pacto a medio plazo con Mas y Pujol hijo o con la línea posibilista que encarna un Durán obsesionado por las carteras ministeriales. El otrora admirador de Rodríguez ya planteó a principios de 2004 asociarse con el ex ministro Pimentel para crear un partido de centro, una especie de Operación Roca 2.0. Los días posteriores al 11-M, sin embargo, lo cambiarían todo y el proyecto quedó en el olvido. Cuatro años después, Rajoy va a tener en sus manos el mando para accionar a distancia una Operación Roca invertida, en la que un Ministerio de la Familia le serviría a Durán de palanca para su futura formación bisagra. Un partido que neutralizaría las posibilidades en el Congreso de los socialistas disfrazados de UPyD o de cualquier otra marca, y que, al mismo tiempo, obligaría a Convergència a definirse claramente por el separatismo o por un regionalismo domesticado y reformado. Hablamos, por supuesto, de un escenario para principios de la próxima década.

Promover la radicalización de Convergència asusta a muchos dirigentes populares, pero los números y el discurso hegemónico en Cataluña muestran que nada puede ir ya a peor. El Tinell fue una apuesta de los ultranacionalistas de izquierdas, encabezados por Maragall, y de Convergència, formación que probó su propia medicina poco tiempo después. Una Convergència ya radicalizada que fuera más allá en su discurso supondría un pequeño paso para Artur, pero un gran paso para los votantes sensatos que le quedan, quienes, como Rajoy, viven en una duda hamletiana entre la rauxa actual y el seny añorado. Extremada la posición de Convergència, el PSC del área metropolitana saltaría por los aires al poco tiempo y la escenificación de la división en Cataluña estaría servida en bandeja. La Esquerra, por su parte, se vería obligada a batasunizar su discurso. Al fin se haría visible lo que ha existido siempre en el Principat, con la novedad de que el nacionalismo quedaría desnudo ante sus propias vergüenzas y el mito del Estanque Dorado tendría fecha de caducidad. Hablamos, en definitiva, de un virus troyano para este Matrix que se cree inmune, por utilizar terminología girautiana.

La Operación Roca invertida sería altamente beneficiosa para los intereses de la Nación, sobre todo en la anestesiada Cataluña. Serviría, además, como atemperador del cáncer nacionalista, mientras se avanza en el consenso con un PSOE deszapaterizado para la reforma constitucional que deberá marginar definitivamente a estas formaciones minoritarias e insolidarias de la vida política española. En realidad, la Operación Roca invertida no sería nada más que un empujoncito para que el nacionalismo catalán se quite la máscara veneciana.

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