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Thomas Sowell

Billary contra Obama

No es que los Clinton sean racistas. Simplemente utilizan todo lo que tienen a su alcance con tal de obtener lo que desean; el efecto que pueda tener sobre el país les da lo mismo. Ese fue el sello de la primera administración Clinton.

Piense lo que piense uno sobre Barack Obama como candidato o como presidente en potencia, su candidatura ha supuesto una novedad en la escena política norteamericana. Su contundente victoria en los caucus de Iowa, en un estado en el que más del 90% de la población es blanca, fue una señal inconfundible de que el racismo no es la cosa invencible que algunos piensan que es. A diferencia de Jesse Jackson o Al Sharpton antes de él, Obama no ha estado compitiendo como candidato negro a efectos simbólicos, sino como aspirante serio que, mire por dónde, resulta que es negro.

Ante esta situación, que mueve al optimismo, Bill y Hillary Clinton han vuelto a sacar a colación la raza como una de sus muchas tácticas sórdidas para intentar ganar de cualquier manera, sea sucia o limpia. Lo primero que hicieron fue sacar a la luz los pecadillos de juventud que Obama había admitido ya en su autobiografía. Exprimieron esto todo lo que dio de sí, con la pericia que les caracteriza. Primero un prominente partidario de Clinton hizo la insinuación, que recibió la correspondiente cobertura mediática. Después llegó la declaración de que los Clinton no tenían nada que ver con la insinuación, lo cual obtuvo más tiempo en antena. Finalmente el seguidor de Hillary afirmó que sus declaraciones habían sido malinterpretadas, lo cual recibió aún más atención en los medios.

Pero estos trucos baratos no han sido en absoluto tan venenosos como los obvios intentos por parte de Bill Clinton de reducir a Obama a un mero candidato negro. Después incluso de que gran parte de los medios hubieran pasado página, Bill Clinton volvió a insistir en ese punto después de que Hillary perdiera por gran diferencia las primarias de Carolina del Sur, recordando que Jesse Jackson había ganado Carolina del Sur con anterioridad.

No es que los Clinton sean racistas. Simplemente utilizan todo lo que tienen a su alcance con tal de obtener lo que desean; el efecto que pueda tener sobre el país les da lo mismo. Ese fue el sello de la primera administración Clinton. No hay motivo para dudar de que volverá a suceder lo mismo en caso de que Hillary gane.

Por otro lado, si Hillary alcanza la Casa Blanca, eso significará que durante dieciséis años consecutivos –y quizá veinte– los presidentes de los Estados Unidos han pertenecido a sólo dos familias. La verdad, no parece que el país tenga tanta carencia de liderazgo político.

Por cierto, quienes se han mostrado tan escandalizados porque se pusiera sobre el tapete la edad de John McCain deberían prepararse para que ese asunto sea planteado inevitable y repetidamente en las elecciones presidenciales si Hillary Clinton es su contrincante. La propia Hillary probablemente no dirá nada sobre ello, pero tiene toda suerte de subalternos que lo harán, incluyendo al jefe de todos ellos, Bill Clinton. Cuando Bill Clinton se presentó por primera vez a la Casa Blanca en 1992, sus partidarios acuñaron el término Billary para destacar el hecho de que Hillary era parte del equipo. Eran "dos por el precio de uno", como les gustaba expresarlo. Deberíamos recordar aquello hoy y no permitir que Hillary se evada de la responsabilidad de lo que hacen sus partidarios.

Al mismo tiempo, no tenemos que dejar que las feministas radicales se salgan con la suya pintando a Hillary Clinton como la representante de un avance potencial de la mujer independiente. Cuando Margaret Thatcher se convirtió en la primera ministra de Gran Bretaña no lo hizo aprovechándose del éxito de su marido. Ni Indira Gandhi en la India, ni Golda Meier en Israel, ni ninguna otra mujer que ha llegado a ser líder de su país en otras partes del mundo.

Toda esa obsesión de andar contando hitos –la primera mujer, el primer negro, el primer esto, el primer aquello– es de una autocomplacencia increíblemente irresponsable en un momento en que los norteamericanos podrían tener que enfrentarse pronto a armas nucleares en manos de terroristas. En un momento como este necesitamos las personas mejor cualificadas al mando, ya sean mujeres asiático-americanas, hispanos zurdos o lo que sean.

El triunfo de Obama en Iowa indicó que muchos norteamericanos parecen pensar de la misma manera. Los intentos de los Clinton de que volvamos a contar hitos no son más que el penúltimo de su larga serie de perjudiciales servicios a este país.

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