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Charles Krauthammer

McCain, el sheriff apóstata

Bush creó a McCain. El presidente sigue siendo popular en su partido e incluso los conservadores se inclinan por perdonar sus diversas herejías, puesto que son superadas con creces por su logro singular: es él quien nos ha mantenido seguros.

El Super Martes, John McCain se aseguró la candidatura presidencial republicana. ¿Y cómo? La respuesta es sencilla: en ausencia de un conservador con autoridad, el electorado republicano recurrió al sheriff apóstata.

Al principio había dos. Estaba el "Alcalde de América", Rudy Giuliani, que decidió pasar a la ofensiva. Y después estaba el"Rebelde de América", John McCain, azote de los pusilánimes con Irak. Ambos suscitaban profundos recelos entre los conservadores. La principal apostasía de Giuliani consiste en estar a favor del aborto libre. Las de McCain son demasiado numerosas para desgranarlas aquí. En el aborto ha mantenido su discurso, pero en todo lo demás que pudo encontrar –rebajas fiscales, inmigración, reforma de la financiación de las campañas electorales, Guantánamo– no sólo se opuso al consenso conservador, sino que se empeñó en hacerlo con una autosuficiencia ostentosa.

La historia de esta campaña es a cuántos republicanos eso no les importó y pensaron que al final la seguridad nacional debía imponerse a la herejía social. Sin embargo, el problema de Giuliani y McCain, fue que estaban dividiendo al electorado. Después llegó la humillación en Florida de Giuliani, quien tras abandonar la carrera, sumó su apoyo a McCain, llevándose a sus seguidores con él.

Prestemos atención a las cifras. Antes de Florida, las encuestas nacionales situaban a McCain despuntando con un 30% de los votos y a Giuliani en algún lugar entre el 10 y el 20%. Después de Florida, las cifras de McCain saltan al 40 y tantos por ciento, engullendo de un bocado al electorado de Giuliani.

El Super Martes, el efecto Giuliani se hizo presente en los grandes estados del noreste –Nueva York, Nueva Jersey, Connecticut– y en California. McCain ganó en los tres primeros con mayoría absoluta, el 51% o más de los votos. Y en California, el republicanismo moderado de McCain-Giuliani, al que hay que sumar a Schwarzenegger, se llevó el 42% de los votos. En el resto, donde Giuliani no era un factor importante, McCain no obtuvo un respaldo comparable. Ni en Oklahoma, Missouri, Arkansas, Tennessee, Alabama y Georgia pudo superar la cota del 37%. Los votos estaban uniformemente divididos a grandes rasgos entre McCain, Mike Huckabee y Mitt Romney (a la cola). Pero estas divisiones no bastaron para compensar el resultado global, que dio a McCain como ganador.

La otra mitad de la historia que hay detras la victoria de McCain es ésta: de haber habido un conservador convincente para desafiarle, el voto al sheriff apóstata habría sido mucho más reducido. Pero nunca lo hubo.

El primer avistamiento mesiánico fue Fred Thompson, que brilló en las primeras encuestas y después se desvaneció porque era demasiado inseguro y/o normal para apoyar con algún entusiasmo las indignidades de las campañas modernas. Después, durante ese breve y brillante "momento Iowa", apareció Huckabee, hasta que los conservadores examinaron su verdadera trayectoria como gobernador de Arkansas, por ejemplo, en materia de impuestos, y escucharon la verdadera música de su populismo, a menudo anticonservador.

Eso dejó a Romney como la última parada en la búsqueda del conservador convincente. Me pareció un buen candidato, que habría sido un buen presidente. Sin embargo, hasta hace muy poco la mayor parte de los conservadores lo evitaban de forma deliberada debido a su falta de autenticidad ideológica. Después, conforme crecía el pánico McCain tras las primarias de Florida, los conservadores intentaron apoyar a Romney, pero el gesto fue demasiado tardío e improvisado, y daba la impresión de ser un asunto de conveniencia, igual que las numerosas conversiones del propio Romney. Un respaldo tan tardío y tan improvisado no podía tener éxito. El jueves, Romney se retiraba de la contienda.

Los conservadores están siempre buscando un nuevo Reagan. Se niegan a aceptar el hecho de que encontrar un líder para un movimiento, y que además éste sea un político de talento es un fenómeno que tiene lugar sólo una vez en la vida. Pero existe un motivo aún más profundo de que ningún Reagan se presentase a esta ronda electoral y de que el sheriff apóstata vaya a ganar la nominación. El motivo es George W. Bush, que redefinió el conservadurismo usando la variante "compasivo", que es algo distinto del reaganismo clásico.

Bush enturbió las aguas ideológicas del conservadurismo. Fue Bush quien formó equipo con Teddy Kennedy para aprobar la ley No Child Left Behind, una invasión del Gobierno federal en la educación que habría sido anatema para el Reagan de sus comienzos. Fue Bush quien convirtió en ley la reforma McCain-Feingold de financiación de campañas electorales. Fue Bush quien apoyó firmemente la ley de inmigración McCain-Kennedy. Fue Bush quien creó por su cuenta un enorme programa nuevo de derechos sociales, los subsidios para medicamentos dentro de Medicare. Y fue Bush el que llevó a cabo una política exterior tan expansiva y, en ocasiones, tan redentora, como para condenar a paleoconservadores como Pat Buchanan y a conservadores tradicionales como George Will a la apoplejía y la desesperación, respectivamente.

En definitiva, ¿quién preparó el terreno para el ascenso de McCain? No fue Feingold. Ni Kennedy. Ni siquiera Giuliani. Fue George W. Bush. Bush creó a McCain. El presidente sigue siendo popular en su partido e incluso los conservadores se inclinan por perdonar sus diversas herejías, puesto que son superadas con creces por su logro singular: es él quien nos ha mantenido seguros. El es el primer sheriff apóstata.

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