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Agapito Maestre

El "discurso" cómodo y envilecido

Es evidente que Campo Vidal, un periodista que tiene unido su destino al del PSOE, no debería moderar el debate entre Rajoy y Zapatero. No es de recibo que haga de árbitro de un debate político alguien que está vinculado a una de las partes.

El discurso cómodo se esconde en tópicos ante cualquier dificultad. El discurso cómodo reconoce haberse equivocado, pero es menester seguir sin rectificación alguna. El discurso cómodo es la elevación de la estupidez a opinión. En realidad, el discurso cómodo ni siquiera es discurso. No pasa de ser un gesto; por ejemplo, levantar los hombros, sin saber qué decir, cuando alguien les afea una conducta. Es el mismo gesto que hacen los dirigentes del PP cuando son preguntados por qué han aceptado a alguien que está vinculado profesional, intelectual y políticamente al PSOE para moderar un debate político. No influirá, dicen los vagos mentales, en el resultado del veredicto. Pasemos a otro asunto y dejamos que debatan, reiteran las buenas conciencias del PP y sus seguidores en la prensa nacional. Cínicos son esos gestos, pero sobre todo contribuyen a envilecer aún más de lo que está el panorama social y político español.

Es un escándalo que Campo Vidal modere el debate televisivo de Rajoy y Zapatero no tanto porque este empresario socialista pueda influir a favor del segundo –que influirá sin duda, entre otras razones, porque ya está interviniendo en la realización del programa–, cuanto porque es ética y estéticamente impresentable la actitud de este individuo que niega lo obvio, a saber, que es imposible desligar su vida profesional del PSOE. Es evidente que Campo Vidal, un periodista que tiene unido su destino al del PSOE, no debería moderar el debate entre Rajoy y Zapatero. No es de recibo que haga de árbitro de un debate político alguien que está vinculado a una de las partes. Si él mismo tuviese un poco de dignidad profesional, después de haber reparado en las críticas que ha recibido de todos los grandes medios de comunicación, dejaría su puesto a otra persona más alejada de la política partidista para moderar ese debate.

Pero no lo hará, y ésa será la principal prueba de que este "periodista" es un militante aguerrido, alguien al que no le ha preocupado jamás la vida democrática sino la "revolución", o sea, que millones de ciudadanos vivan bajo el dictado de un único partido: el PSOE. Su compromiso con el PSOE en Andalucía para que jamás haya alternancia democrática en esa región es, dicho sea de paso, otra prueba de su sectarismo profesional. Mil pruebas podríamos traer de su militancia antidemocrática. A pesar de todo, el asunto relevante no es Campo Vidal, sino ¿por qué lo ha aceptado el PP para moderar el debate? Quizá sea por torpeza de sus dirigentes. Quizá. No entro a analizar, sin embargo, la torpeza del PP, allá ellos; incluso habrá ignorantes, tipos que tienen una elevada autoestima, que crean que eso le vendrá bien a Rajoy, porque se enfrentará a dos adversarios políticos en un mismo espacio, y más tarde los votantes se lo reconocerán. Pobrecillos.

El problema importante no está tampoco ahí, aunque problema es, sino en la cuestión del destino político de los periodistas en la democracia española. O aceptamos seriamente que el periodista es "político profesional", en el sentido weberiano de la expresión, y consecuentemente también la empresa periodística es, en general, una empresa política permanente, junto a la actividad de los partidos, o estamos contribuyendo al encanallamiento de la vida pública por una supuesta neutralidad que no existe. Quien opte por la segunda opción, estará optando por la oscuridad y el encanallamiento. En eso parece que están todos los partidos: prefieren antes periodistas perrunos y fieles, sin importarles que hoy sigan a uno y mañana a otros, que se pavonean permanentemente de una supuesta neutralidad, que al periodista independiente que reconoce su "profesionalidad política". Todo lo admitirá el hombre-todopoderoso del partido, excepto periodistas que le hagan la competencia, es decir, que tengan criterios políticos propios aunque compartan algunos principios generales e idearios. Por eso, precisamente, para moderar un debate el PP aceptará antes a Campo Vidal que a Carlos Herrera, antes a cualquier paniaguado de una tele autonómica que a Federico Jiménez Losantos.

A pesar del envilecimiento al que están sometidos los periodistas españoles por el poder de los partidos políticos y por la empresa periodística, sigo pensando, como dijera Weber en otra época, que lo asombroso no es que haya muchos periodistas humanamente despreciables, sino que, pese a todo, se encuentre entre ellos un número mucho mayor de lo que la gente cree de hombres valiosos y realmente auténticos.

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