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José María Marco

El PP y la movilización popular

Cuando el Partido Popular llegue al poder no podrá limitarse a cumplir con su programa. Tendrá que hacer una política a la que no está acostumbrado, como es ponerse a la escucha de lo que toda esa marea de gente indignada, hastiada, tiene que decir.

Cuando dentro de dos semanas el Partido Popular gane las elecciones, como sin duda puede hacerlo, sería conveniente que tuviera en cuenta quién le ha llevado al poder. El PP habrá contado para entonces con la movilización de centenares de miles de personas a las que el delirio antiespañol y antidemocrático de Rodríguez Zapatero habrá echado a la calle.

La expresión es literal, como lo demuestran las manifestaciones en defensa de instituciones y principios de índole más moral que directamente político, ya sea la familia, la libertad de expresión, la lealtad a la nación española o la solidaridad con las víctimas de los terroristas nacionalistas, pero también de orden figurado. Detrás de esas manifestaciones históricas está todo un movimiento de asociaciones, grupos, redes y organizaciones que han tomado la iniciativa y han pasado a la acción porque quienes los forman se han visto personalmente atacados y en más de una ocasión violentados por las decisiones de los socialistas.

El PP ha prestado su ayuda en lo que ha podido, sin duda. Pero todo este movimiento ha surgido fuera del espacio de la política. Es lógico: lo que lo ha suscitado es lo que se suele llamar "radicalización" del Partido Socialista, que es, más que eso, un desbordamiento de la política hasta zonas en las que no tiene por qué intervenir.

Una organización tradicional y respetable, como es el Partido Popular, no reacciona fácilmente ante una ofensiva presentada en áreas ajenas a la acción política tal y como se entendía hasta ahora. La tentación en este caso es ofrecer más (más pensiones, más ayudas, más hospitales, más guarderías, etc.) sin querer darse cuenta que de este modo se acepta el terreno que los socialistas han designado como propio.

Los socialistas de Rodríguez Zapatero no sólo podrán hacer más demagogia, también están cambiado la naturaleza de las instituciones, del Estado, de la democracia misma. Mejor dicho, los socialistas están dinamitando la legitimidad misma de las instituciones que permitían encauzar la política como se ha entendido hasta ahora, con la intención de llevarla a terrenos donde no debería poder entrar.

Ahí es donde entra en juego lo que Alcaraz ha llamado la "rebelión cívica". El movimiento ciudadano que con un poco de suerte llevará al PP al poder no lo forman gente disconforme con un mayor o menor grado de Estado de bienestar. Lo forman personas profundamente irritadas por la voladura de los principios mismos que hacen posible cualquier política, ya sea liberal o socialdemócrata. Eso es lo que interesa de verdad a la gente que durante estos años ha estado organizándose a la espera de una alternativa política.

Por eso cuando el Partido Popular llegue al poder no podrá limitarse a cumplir con su programa. Tendrá que hacer una política a la que no está acostumbrado, como es ponerse a la escucha de lo que toda esa marea de gente indignada, hastiada, tiene que decir. Tendrá que establecer relaciones con ellos, tenerlos en cuenta, canalizar su compromiso.

Paradójicamente, el Partido Popular juega con ventaja. Los causantes últimos de esta rebelión son los socialistas, y los socialistas poseen medios, experiencia en comunicación y una maquinaria propagandística perfectamente engrasada, muy superior a la de los populares. Pero carecen, y lo saben, del movimiento ciudadano que en estas elecciones apoyará, en líneas generales, al PP.

Con unos cuantos gestos de compromiso y simpatía, los populares lo tendrían ganado definitivamente. En cualquier caso, ese movimiento ha llegado para quedarse.

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