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Agapito Maestre

Un consejo para el debate

No ha rectificado ni una sola coma sobre su intención de seguir gobernando sólo para la mitad de la población y, por supuesto, llevará hasta sus últimas consecuencias las leyes de carácter revolucionario aprobadas en los últimos cuatro años.

No soy catastrofista. Nunca lo he sido. El derrotismo no es mi bandera. Mi nación sigue interesándome. Sin embargo, reconozco que lo que tenemos ante nosotros no es para saltar de alegría. Después del debate entre Rajoy y Rodríguez Zapatero, después incluso de estas elecciones, no estaremos ante la alborada de una bella primavera, sino ante una noche invernal de una dureza gélida. Todo empeorará. Por supuesto, no espero nada interesante del debate del lunes. Pero algo nuevo podría surgir, desde el punto de vista político, si Rajoy se tomase en serio lo que ha repetido muchas veces Rodríguez Zapatero. Alguna luz podría salir del debate del lunes, si Rajoy aceptase el dicho popular: del "enemigo" el consejo.

Porque en este caso estoy de acuerdo con el refranero español, a veces tan vacío y otras tan trivial, me atrevería a darle un sólo consejo a Rajoy para su debate con Rodríguez Zapatero: escuche, señor Rajoy, atentamente a su adversario político. Siga a pies juntilla su recomendación. Tómese en serio lo que dijo su adversario en el mitin del domingo en Dos Hermanas: "Rajoy es un soberbio". "El PP desprecia a Rodríguez Zapatero". Me han tomado a broma. Cree que no soy capaz de gestionar un Estado, cuando ya he hecho una revolución tanto en el ámbito de las creencias nacionales como en la esfera de la concepción del Estado.

Rajoy, sí, debería aceptar que ha estado durante cuatro años despreciando a Rodríguez Zapatero. Lo ha descalificado de múltiples maneras, y no digo yo que algunos de esos desprecios no sean ajustados a la realidad, pero hay uno que es absolutamente falso. Me refiero a esa manía que insiste hasta la saciedad en considerar que el presidente del Gobierno es un "buenista", un "pensador Alicia", un tipo al margen de realidad, un señor escaso de talento, en fin, alguien incapaz de llevar a cabo un proyecto. Pocos, muy pocos, vimos claro, a los pocos meses de comenzar la legislatura, que ésa no era la forma apropiada de hacer oposición; por supuesto, tampoco era una forma muy brillante de hacer análisis políticos; aunque tanto para Rajoy como para los comentaristas políticos era, sin duda alguna, la manera más cómoda de eludir el trabajo de criticar lo que estaba realmente sucediendo.

La descalificación del oponente implicaba indirectamente no tomarse en serio, o sea, no criticar con contundencia y firmeza la planificada, a veces milimétricamente, "revolución" que en el ámbito cultural y educativo ha llevado a cabo Rodríguez Zapatero en sólo cuatro años. Por no decir nada de la negociación del Gobierno con ETA y la destrucción del Estado autonómico a través de la reforma del Estatuto de Cataluña. Ese corto espacio de tiempo, que algunos hubieran dedicado a gestionar la nación con desvelos para entregársela a sus herederos tal y como la habían recibido, no sólo le ha servido a Rodríguez Zapatero para destruir concienzudamente la nación, sino también, y quizá sobre todo, para que él "creciese políticamente". Sin duda alguna, el "liderazgo" que ha consolidado este personaje en unos años es incomparablemente superior al conseguido por otros políticos durante la democracia española.

Ni Felipe González aprendió tanto en sus primeros cuatro años como Rodríguez Zapatero ha demostrado en esta legislatura. Por eso, me temo lo peor para Rajoy en el primer debate de televisión. Es duro reconocerlo, pero así son las cosas. Quien oiga lo que dijo Rodríguez Zapatero en el mitin de Valencia y no sienta que está ante el político más crecido del actual régimen de derechos es que no tiene ni idea de política. Sí, Rodríguez Zapatero se ha afirmado punto por punto en sus políticas más perversas, especialmente las que afectan a la entrega a ETA y a los nacionalistas. No ha rectificado ni una sola coma sobre su intención de seguir gobernando sólo para la mitad de la población y, por supuesto, llevará hasta sus últimas consecuencias las leyes de carácter revolucionario aprobadas en los últimos cuatro años.

Rodríguez Zapatero no rectificará nada y, sin embargo, Rajoy le sigue llamando "inane". Hace mal. Podrá gustar más o menos lo hecho por este Gobierno, en mi caso lo detesto, pero nadie en su sano juicio podrá negar que Rodríguez Zapatero es el político que más ha crecido en maldad, perversidad y arrogancia a la hora de ponerse a la cabeza de aquello que le piden la mayoría de sus votantes. ¿Qué le piden? Desaparición de la nación a través de la aceptación de las imposiciones de la gente de la serpiente y la barretina por un lado, y la anulación de cualquier principio de excelencia vital, por otro lado, a través de una defensa de todos los relativismos totalitarios y nihilistas del hombre-masa de una sociedad falsamente hedonista. La serpiente por un lado, y el alcohol de buena calidad por otros, serán el símbolo y la bebida del futuro que nos espera.

¿Contestará Rajoy a ese liderazgo de Rodríguez Zapatero? Sospecho que pasará de puntillas sobre esos decisivos asuntos. Nada dirá de la serpiente. Tampoco mencionará la "revolución cultural" de carácter nihilista iniciado por el Gobierno más totalitario de Europa. En fin, independientemente de la administración que haga el señor Rajoy de su tiempo, sepa que entretenerse en la televisión llamándole "inane" al jefe del Gobierno, aparte de persistir en el error que lleva cometiendo hace cuatro años, corre el peligro de que un millón de votantes, como mínimo, le devuelvan a usted tal improperio. Cuidado, señor Rajoy, que no le llamen a usted "insignificante".

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