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Antonio José Chinchetru

La patria soy yo

La identificación total entre el líder y el pueblo está servida. Criticarle a él o a su Ejecutivo es falta de patriotismo. Por supuesto, no falta la anti España, esos enemigos internos tan necesarios para un Gobierno con tendencias al totalitarismo.

Uno de los mayores riesgos que existen en el ejercicio del poder político es que el gobernante se identifique a sí mismo con los gobernados. Es propio tanto de gobiernos con tendencias totalitarias como de sus seguidores el identificar las críticas a sus políticas con falta de patriotismo o incluso con la categoría de "enemigo del pueblo" (tan propia de sistemas como el nazi, el soviético o el fascista). Todo eso se está dando en la actualidad en España.

Si la política siempre tiene un alto grado de personalismo, en el caso español centrado en el presidente del Gobierno, con ningún inquilino de La Moncloa se había llegado a los extremos actuales. Una cosa es que en los carteles electorales se utilice la imagen y el nombre del candidato, sea el que ya ocupa la jefatura del Ejecutivo o el que aspira a arrebatársela, y otra muy distinta es la identificación total entre partido y persona que se da en la actualidad en el discurso y la estética socialista. El PSOE está en la línea del "líder carismático" que personifica las supuestas virtudes del partido, como se ve incluso en la utilización de atriles con forma de zeta durante los mítines de dicha formación.

Pero Zapatero no sólo pretende personificar en su persona las virtudes que el PSOE se atribuye a sí mismo. Desde el Ejecutivo y el partido socialista se trata de vender la idea de que personifica las que, según ellas, caracterizan al actual Gobierno (que serían las mismas que adornarían a dicha formación política). Se produce de esta manera una triple identificación entre líder, gabinete y partido. Algo muy característico de los autoritarismos en general y de los totalitarismos en particular. Esa identificación se ve incluso cuando miembros del PSOE que no forman parte de Ejecutivo hablan de éste utilizando la primera persona del plural. No muestran respeto alguna a la separación entre uno y otro, tan necesaria en un régimen democrático.

Pero la concepción de la política que se muestra cada día desde La Moncloa y Ferraz tiene unos tintes todavía más preocupantes. Desde ambos se trata de convencer a los españoles de que la llegada al poder de Zapatero ha supuesto el nacimiento de una nueva España; el propio Rodríguez Zapatero llegó a decir en una ocasión que ahora "es un país más justo", con unas supuestas virtudes antes no presentes. Virtudes que serían, una vez más, las mismas que personificaría el actual presidente del Gobierno. La identificación total entre el líder y el pueblo está servida. Criticarle a él o a su Ejecutivo es falta de patriotismo. Por supuesto, no falta la anti España, esos supuestos enemigos internos tan necesarios para un Gobierno con tendencias al totalitarismo.

La anti España en este caso serían el Partido Popular y todos aquellos que, próximos o no al principal partido de la oposición, critican al Ejecutivo. A quienes no jalean las políticas salidas de La Moncloa y Ferraz se les atribuye toda serie de características negativas: pesimismo, homofobia, xenofobia, oscurantismo y muchas otras. No en vano, Rodríguez Zapatero afirmó en una ocasión que él era "rojo de solemnidad" y que nunca había aprendido nada de la derecha. Todo político realmente democrático sabe que sus rivales políticos no totalitarios siempre ofrecen algo, por poco que sea, que puede ser útil y de lo que se debe aprender. Una lección que Zapatero todavía no ha aprendido.

Decir que la situación económica es mala y oponerse a las medidas en esta materia aprobadas por el Gobierno es "irresponsable" y "antipatriota", según las propias palabras de Zapatero y los suyos. Estar en contra de canon digital (por el que los agradecidos miembros del mundo de la farándula crean plataformas de apoyo a ZP), es también falta de patriotismo (Rodríguez Zapatero dixit). En definitiva, hablar o escribir contra el actual presidente del Gobierno le convierte a uno en "enemigo del pueblo", en desafortunada expresión de un mediocre actor al referirse al Partido Popular.

"La patria soy yo" es la única frase que le falta decir a Zapatero para demostrar sus tendencias totalitarias. No lo ha afirmado todavía con esas palabras exactas, pero tanto él como los suyos lo repiten a diario de muchas otras maneras.

© AIPE

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