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Saúl Pérez Lozano

El reloj no para

Se presume heredero de Fidel Castro, ese esperpento que se resiste a morir, como cadáver insepulto, y culpable de arruinar en casi medio siglo lo que fuera el país más floreciente del Caribe y uno de los más prósperos en el concierto latinoamericano.

Este embadurnador de cuartillas –ahora teclista de caracteres– se ve obligado a reconocerle al teniente coronel presidente, Hugo Chávez, su cualidad histriónica, de showman, pero hasta ahí. Como militar fracasó en 1992, cuando nuestras fuerzas armadas le frustraron su alzamiento militar. En cuanto a su gestión como gobernante poco, muy poco tiene que ofrecer, aparte de la danza multimillonaria de petrodólares. Lo dicen indicadores tanto de origen interno como externo.

Se presume heredero de Fidel Castro, ese esperpento que se resiste a morir, como cadáver insepulto, y culpable de arruinar en casi medio siglo lo que fuera el país más floreciente del Caribe y uno de los más prósperos en el concierto latinoamericano.

Aun cuando el teniente coronel ha querido seguir los pasos de su adorado líder, ha demostrado que no calza sus zapatos, si se quiere para suerte nuestra en medio de la desgracia. De ser como Castro, los venezolanos no habríamos podido usar las improvisadas balsas salvadoras (en unos casos), en las cuales incluso cubanos que no conocieron la previa prosperidad económica de la isla se aventuran a desafiar las peligrosas y traicioneras aguas que separan a Cuba de Estados Unidos.

Sin embargo, el teniente coronel de estos días intenta remendar el raído capote de sus desaciertos y desgobierno, pero sin desistir en sus pretensiones autocráticas, censurando recién, pública y fuertemente, quizá por conveniencia y estrategia política, grupos de sus adeptos a los que calificó de anarquistas.

Hay un proyecto político del teniente coronel, pero de revolución socialista, como dice, sólo tiene el valor de lo que valen los petrodólares, dedicándose a repetir las frustradas monsergas y retórica marxistas de los 60. Nada nuevo bajo el sol. Están a la vista las menguadas manifestaciones públicas, después de su derrota del 2 de diciembre de 2007, unas teniendo como escenario algún cuartel militar y no la amplitud de las vías públicas, que llena con funcionarios y empleados de la administración pública obligados a asistir.

Para la revolución del teniente coronel las nuevas fechas patrias son los fracasados golpes militares del 4 de febrero y del 27 de noviembre de 1992, y también porque no pueden desvincularse del frustrado 27 de febrero, fruto de una larga y vieja conspiración de la izquierda marxista que se ha querido vender como una supuesta explosión popular, espontánea, pero que no fue más que una acción putchista como la que intentó Hitler, en Munich, en 1923.

Dos de los grandes problemas que han dificultado al teniente coronel llevar adelante su tal revolución es que no tiene fuerza juvenil ni tampoco laboral.

Para bien o para mal, Venezuela ha sido un país cíclico por excelencia, dependiendo de los petrodólares, los cuales a veces la atragantan. Por ese hábito que produce la riqueza fácil ha disfrutado de bonanza, mas siempre despilfarrada tanto por determinados gobiernos prechávez como por el actual de Chávez, que a pesar de haber obtenido en nueve años una riqueza que no tiene precedentes. No hay una sola obra de infraestructura que mostrar, y sobre su cacareada obra social hay mucha tela que cortar. Hoy, varios de sus proyectos en esa área han venido a menos y en algo él tiene razón, Venezuela ya no es la misma, él la está destruyendo. Es tierra calamitosa, condenada a escenarios de shows mediáticos, pendiendo del peligro y la incertidumbre.

El reloj no para, sigue marcando la hora.

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