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EDITORIAL

Chaves o el dedo de Dios

Desde 1990, año en que el padrino del clan de la tortilla se hizo con el poder, hasta hoy se ha nombrado a dedo a casi una persona al día

El feudo andaluz de Manuel Chaves deviene chiringuito personal al servicio propio y de su partido cuando se toman las cifras de empleados públicos nombrados a dedo en la Junta de Andalucía y empresas que dependen de ella. El líder del PP regional, Javier Arenas, apuntó la semana pasada que hay unas 4.000 personas colocadas al antojo del presidente, pero se quedó corto. El propio Chaves durante un debate en 2006 reconocía que este afortunado grupo era de unos 5.000, es decir, aproximadamente un 2% de la plantilla funcionarial que trabaja para la Junta, estimada en un cuarto de millón de personas.

Con todo, la cifra sigue siendo pequeña. Aparte de los que Chaves reconoce abiertamente, hay mucha más gente cubriendo plazas de "libre designación" –curioso eufemismo para ocultar lo irregularmente obvio– en multitud de empresas públicas. En Canal Sur, sin ir más lejos, buena parte del personal ha sido contratado a dedo a pesar de que existe una sentencia del Tribunal Supremo al respecto. En otras empresas la situación no ha sido ni es muy diferente, tal y como demuestra la insistencia que la Cámara de Cuentas de Andalucía ha puesto en este asunto. Hoy por hoy no se sabe con certeza cuántas personas en Andalucía deben su empleo a la magnanimidad y las irregularidades del presidente Chaves pero es, sin duda, muy superior a lo que se reconoce públicamente.

En una región que, como Andalucía, lleva gobernada por los mismos desde hace casi 30 años este tipo de prácticas son más que previsibles. Si nos atenemos a los 5.000 empleos que Chaves dice haber adjudicado a dedo tendríamos ante nosotros un dato escalofriante. Desde 1990, año en que el padrino del clan de la tortilla se hizo con el poder, hasta hoy se ha nombrado a dedo a casi una persona al día. Si, tal y como prevemos, no han sido 5.000 sino muchos más, miedo da pensar en el promedio. Esto tiene dos nombres propios: desvergüenza y clientelismo, es decir, la Andalucía de Chaves mirándose al espejo.

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