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Pedro de Tena

Cuatro años más de afonía política

¿Recuerdan cuando ganó Aznar y Arenas fue ministro? Fue entonces cuando tuvo lugar el caso Chaves, ya clínicamente famoso, que pasó en un solo día, 12 de marzo de 1996, del mutismo a la locuacidad, del silencio al grito, de la sumisión a la confrontación.

La afonía política es la extraña afección fisiológico-política que suele aquejar a muchos representantes públicos cuando deben pronunciarse acerca de cuestiones relevantes o comprometedoras. También es una anómala enfermedad que aflige a los ciudadanos cuando el flujo fónico conlleva represalias o amenazas que producen miedo insuperable. Recuérdese, por ejemplo, el pánico irrefrenable del docto y gran orador Cicerón cuando tuvo que defender a Milo de las iras de los partidarios de Clodio. La presencia de las turbas favorables a Clodio le produjo una afonía de tal envergadura que sólo acertó a pronunciar un discurso en voz tan baja e ininteligible que supuso la condena de su cliente.

El mejor ejemplo de afonía política contemporánea de la historia de Andalucía la han protagonizado dos de sus presidentes: Borbolla y Chaves. Si dejamos fuera a Rafael Escuredo es porque cabe la duda sobre si su defenestración no fue, precisamente, consecuencia de haber levantado un poco la voz acerca de algunas cuestiones incómodas para el dúo GG, González-Guerra, de moda entonces en el hit-parade del poder nacional y andaluz.

Borbolla, José Rodríguez de la, que habló de la deuda histórica, de las transferencias, de las injusticias cometidas con Andalucía –si bien su familia ocupó importantes puestos políticos en el régimen de la restauración–, e incluso del paralelo 37 y California, se vio afectado por una afonía indescriptible cuando sucedió a Escuredo al frente de la Junta de Andalucía. Desde 1984 a 1990 su voz menguó y, aunque en el Estatuto de Andalucía seguía estando la "deuda histórica" en su disposición adicional segunda, jamás se le ocurrió reclamarla ante Felipe González. Esto es un ejemplo. Tampoco se rebeló cuando se demostró que la negociación de las transferencias y recursos sanitarios fue absolutamente injusta con Andalucía.

Por su parte, Manuel Chaves no es que tuviera un ataque inmerecido de afonía sino que vino a Andalucía, mayormente, a extender una epidemia de afonía general mientras gobernase en España Felipe González, afonía interna y externa, en su partido y en el conjunto de Andalucía. Ni hablo él ni habló nadie. Ni deuda histórica, ni transferencias, ni población ni nada de nada, ni paro, ni tipos de interés, ni desequilibrios inter-andaluces, ni convergencia europea... Nada. Afonía gravísima, casi como la de los muertos que no dicen ni pío.

Esta peculiar afonía, al parecer, tiene una cura inmediata en cuanto otro partido gana las elecciones y relega al propio a los escaños de la oposición. Sin medicación, sin tratamiento médico y casi sin solución de continuidad, la afonía se transforma en salud vocal y fónica de modo que no sólo se habla, sino que se grita, se pita, se abronca, se abuchea e incluso se patea. ¿Recuerdan cuando ganó Aznar y Arenas fue ministro? Fue entonces cuando tuvo lugar el caso Chaves, ya clínicamente famoso, que pasó en un solo día, 12 de marzo de 1996, del mutismo a la locuacidad, del silencio al grito, de la sumisión a la confrontación. El caso Chaves es proverbial y ha pasado a los anales y a los manuales de la Fisiología Política, en su apartado de afonías súbitas y curaciones milagrosas.

Pero desde 2004, desde la primera victoria de Zapatero, Chaves volvió a sufrir las consecuencias de esta insólita enfermedad bucofaringeopolítica. Por ejemplo, en todos los presupuestos generales del estado desde 2004, Andalucía pierde dinero pero de la boca de Chaves no sale una palabra. En lo de Cataluña, ni una sílaba. En lo del agua, ni una letra. Ni siquiera el timo del Metro para cuatro provincias andaluzas además de Algeciras ha logrado arrancar de esa garganta ni un quejido, ni un ay. Aunque la Fundación BBVA incluye una crítica hacia la desigualdad regional en infraestructuras como base de su falta de competitividad, Chaves no habla, está afónico. Como para el Quique de la "Mariquilla Terremoto" de Serafin Álvarez Quintero, la afonía es muy oportuna cuando conviene guardar silencio.

O sea, que la afonía es cíclica. Cuando gana el PP, Chaves recupera la voz en grito milagrosamente y cuando gana el PSOE, Chaves es pasto de los gérmenes de la afonía política. Pobre. Y encima es contagiosa. No es sólo una enfermedad de Manuel Chaves. Les pasa a muchos, de un partido y de otro. Pero Chaves pasará a los libros de la medicina política por la evidencia contundente de su caso: un caso clínico. Acaba de vencer otra vez en las elecciones generales José Luis Rodríguez Zapatero. Pocos dudan de que la afonía de Chaves se agravará. Si antes pasó a la historia por su intensidad ahora pasará a la historia por su duración. El otro tipo de afonía, la afonía político-social, la que es consecuencia de lo que los clásicos llaman bien acojono, bien resignación, bien indiferencia, bien estupidez, bien canguelo ante el poder y el régimen es más que una epidemia en Andalucía. Es una costumbre. Pero de esa otra afonía nos ocuparemos otro día.

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