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Juan Carlos Girauta

Colchoneta pinchada

Algún día habrá que hacer la contabilidad mortuoria del efecto llamada que desató la regularización masiva de Rodríguez, administrada por Caldera.

Parece que es costumbre española rajar las colchonetas de los negros y dejarlos al albur de las olas a cien metros de las costas marroquíes. Ya nadará, la playa no está lejos, se dicen los agentes que han sorprendido al desventurado tratando de alcanzar territorio español encima de un juguete. Algún día habrá que hacer la contabilidad mortuoria del efecto llamada que desató la regularización masiva de Rodríguez, administrada por Caldera. En el inventario de ahogados cabe una mención especial a Laucling Sonko, senegalés que no sabía nadar.

Los contratiempos se encadenan. La colchoneta de Sonko es interceptada, con otras, por una patrullera. Los agentes los conducen hasta Marruecos, pero no tocan tierra porque ni nuestra policía ni la del país vecino cumplen las leyes y tratados internacionales. A cien metros de la costa no correrán peligro. Les van a rajar las colchonetas para que no vuelvan a intentar su aventura, al menos hoy. "Pero yo no sé nadar", advierte Sonko. No le creen y proceden con el cuchillo. Era verdad, no sabía nadar. Un agente se arroja al agua. Lo saca vivo, pero ya está muerto. Y así, muerto viviente, pisa Ceuta al fin. La ambulancia tarda una hora en llegar porque esta España de los derechos, esta España cojonuda de Bardem, de Serrat y de la ceja, esta España que alecciona al mundo con innovadores avances sociales y ambiciosas alianzas, raja las colchonetas de los náufragos. Y cuando quiere corregir el error se encuentra con servicios de eficacia senegalesa. Al muerto no le habrá extrañado la tardanza: me muero como en casa.

En materia humanitaria no hay partido aquí que pueda colgarse medallas. Cuando Aznar, les metían haloperidol en el agua a los hombres fantasmales que cruzan los mares: "Teníamos un problema y lo hemos solucionado", se dijo entonces. Tan poco se preocupó el PP por la vida interna de las comisarías y de los cuarteles que, tras el 11-M, cuantos por Interior habían pasado tienen todo el derecho del mundo a sentirse responsables, y no vamos a negárselo. Ni al PP de la eficacia ni al PSOE de Unicej le ha importado una higa lo que se lleva entre manos la policía cuando trabaja en cuartitos u oceanitos donde no rige el Estado de Derecho.

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