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Jorge Vilches

Esperar para qué

No se trata de convertirse en anglosajones ni de tener como modelo la Restauración, sino de recordar que en la historia de los sistemas representativos no hay nada eterno, y que la mitificación de épocas y personas es siempre un error.

En la configuración de nuestro sistema de partidos, más allá de la suposición doctrinal sobre si es un bipartidismo imperfecto o un pluralismo limitado, es insoslayable que la capacidad para formar un gobierno de coalición a nivel nacional depende del reparto de poder en las autonomías. Es decir, que el PSOE buscará en esta legislatura unos socios y unos acuerdos no en función de un interés general, sino en consonancia con la estrategia en Cataluña o en el País Vasco.

Y obviando esto hay quien cree que es compatible clamar por la reforma de la ley electoral y la estabilidad del sistema, y pedir al mismo tiempo que no se favorezca el bipartidismo. Es más, creen que la mejor solución es dar tiempo a que se limen asperezas y se defina el sistema de partidos, pero al mismo tiempo dicen que vivimos en un país en el que los grandes ejes –forma de gobierno, división territorial, número de naciones– son parte de la lucha política cotidiana.

La estrategia de la prórroga indefinida es la confesión de que faltan ideas o decisión. Porque desde 1977 hemos tenido seis gobiernos con mayoría relativa –contando el que formará Zapatero– y cuatro con mayoría absoluta. Y según se han ido desarrollando los estatutos de autonomía la voracidad nacionalista ha sido mayor y, por tanto, más leoninas las condiciones que han puesto a los ejecutivos para recabar su apoyo. El resultado de estas coaliciones, a ojos vista, está lejos de haber fortalecido el apego a los pilares de la Constitución de 1978.

No se trata de convertirse en anglosajones ni de tener como modelo la Restauración, sino de recordar que en la historia de los sistemas representativos no hay nada eterno, y que la mitificación de épocas y personas es siempre un error. En Europa ha habido sonoros (y sangrientos) fracasos de sistemas que confundieron el respeto a la pluralidad con el fomento de las diferencias. Y hoy, aquí, el negocio político está en la exaltación de lo que separa más que en la defensa de lo que une.

En el análisis politológico de los procesos históricos se evalúan los aciertos y errores de los partidos, de sus líderes y del sistema político, se destripan las estrategias, los discursos y las ideas, se hacen proyecciones. Estamos en ese momento. No es sólo el resultado de las elecciones del 9-M. Por supuesto que sobreviviremos a esta legislatura, pero las leyes que configuran nuestra democracia necesitan una actualización que elimine la incertidumbre en torno al régimen y sus principios; y es prioritaria la reforma de la ley electoral para que la elección popular del Gobierno nacional sea verdadera y no dependa de coaliciones territoriales. Es preciso aprender de la experiencia que nos ofrece la historia. Ya lo escribió en 1952 el judío polaco Jacob Leib Talmon: "el empirismo es el aliado de la libertad, y el espíritu doctrinario es el aliado del totalitarismo".

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