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Amando de Miguel

Resaca electoral

El problema es de una gravedad creciente, como lo demuestra el ascenso rampante de la violencia organizada. No es para menos. Es el problema que, cuando no se resuelve, puede dar lugar al desmoronamiento de las democracias.

Mal de muchos, consuelo de tontos. Es sabido que ni mi mujer ni yo hemos podido votar en las pasadas elecciones. Con nosotros, unos cientos de miles más. Recibo el testimonio de Vicente Miró, español residente en Puerto Rico, al que le llega puntualmente la propaganda del PSOE. Sin embargo, ya son dos veces las que, ante las elecciones, lo que no le llega es el oportuno sobre con las papeletas para votar. ¿Es que nadie se conmueve ante ese reiterado desafuero?

José Pena (Majadahonda, Madrid) recuerda haberme oído por la COPE que en España, cuanto más alta sea la participación, más probable es que gane la izquierda. Don José se plantea el caso de Madrid. En 2004 y 2008 se obtuvo una participación alta (79% y 81% respectivamente). Pero en 2004 PP y PSOE obtuvieron un porcentaje similar de votos, mientras que en 2008 el PP aventaja al PSOE por diez puntos porcentuales. Don José quiere que le explique por qué se ha producido ese vuelco cuando apenas ha variado la participación.

Bien, es claro que la citada ley rige de modo general y para toda España. No es una ley física; luego admite excepciones y sobre todo especificaciones territoriales. Madrid es una de ellas, por ser una comunidad atípica. Estas son algunas de sus características (1) Económicamente es la comunidad más próspera y la que se expande más. (2) No hay nacionalismo (3) Está gobernada por el PP de forma muy eficiente. (4) El PSOE madrileño se encuentra cada vez más desarticulado, con líderes impresentables. En vista de esas circunstancias, es lógico que en Madrid gane el PP con facilidad.

Oficialmente las últimas elecciones han sido pulquérrimas. Pero valga para la pequeña historia el siguiente testimonio que me envía Ángel Ramírez a partir de una comunicación original de Aurelio Cabezas Blanco: "Pasó el día de las elecciones y os puedo contar anécdotas muy desagradables vividas en un colegio electoral, ya que estuve en uno de ellos todo el día. Se presentaron una pandilla de jóvenes del PSOE increpando y humillando con los gestos y palabras a las personas que estaban como interventores del partido PP. Dos de ellos llevaban la escarapela puesta pero no tenían ni autorización de la Junta Electoral para poder usarla. Metían las papeletas en los sobres y se los daban a las personas que iban a votar. Se metían en las cabinas con los votantes y les rellenaban las papeletas. Si se les decía que eso estaba fuera de la legalidad, respondían con gritos y mala educación. A las personas del PP les increpaban con frases humillantes. Las papeletas del PP desaparecían de la mesa, las escondían o se las llevaban. En uno de los colegios dejaron las mesas totalmente limpias de las papeletas del PP. En otro, entraron dos rapados y casi llegan a las manos con personas del PP de cierta edad."

Recibo muchos comentarios sobre la derrota del PP en las últimas elecciones. Selecciono este desahogo del infatigable José Mª Navia-Osorio:

Lo del perdedor es lo que roza el esperpento. Los hay que lo asumen como debe ser, el ejemplo es el alcalde de Oviedo: tuvo un resultado desastroso y anuncia que renuncia al acta de diputado. Se diría que es un ejemplo pero en realidad no lo es porque no hay nadie que haga lo mismo, es decir, no es un ejemplo sino una excepción. Lo de Rajoy es preocupante, espero que sea un momento de ofuscación debido a la derrota y que recapacite. Sintiéndolo mucho, Rajoy ha perdido las elecciones; los primeros perjudicados somos los casi 10 millones de personas que hemos confiado en él y le hemos votado. Nosotros, los votantes y afiliados de base, hemos cumplido con nuestra parte: hemos ido a votar, muchos han estado en las mesas como compromisarios, hemos buscado votos hasta debajo de las piedras y no metimos dos papeletas en las urnas porque no nos han dejado. En cambio Rajoy no pudo hacer su parte, que era convencer a 500.000 personas de que en vez de votar al PSOE votaran al PP. Ya lo habían hecho en el 2000 con la mayoría absoluta del PP, no tenía más que convencer a los que en su día ya estuvieron convencidos. Rajoy fracasó en su intento y tiene que darse cuenta de que si no convenció en 2004 y en 2008 nada nos hace pensar que lo consiga en 2012. Ergo tiene que irse, comprendo su disgusto y le acompaño en él porque yo también estoy disgustado con el resultado. Estoy mucho más disgustado que él porque yo no voy a tener ni coche oficial ni inmunidad parlamentaria ni una suculenta pensión de jubilación por haber sido diputado. Así que llore bajito porque los militantes de base tenemos derecho a llorar a gritos.

Continúa la resaca de la derrota electoral. Aclaro que es un derrota porque no hemos ganado, si hubiéramos ganado lo llamaríamos victoria. En el PP todavía no se habla de derrota y se está aún en la fase de "hemos obtenido los mejores resultados", el problema es que el PSOE también dice lo mismo y tiene 15 diputados más. Estos optimismos injustificados tiene sus antecedentes en el resultado de la guerra de Las Malvinas; algunos argentinos decían que habían quedado los segundos. En Asturias, además de perder, nos hemos hipotecado en apoyar la oficialidad del bable, de la llingua como lo llaman ahora. El tótem de la campaña del PP asturiano ha sido la boina. No lo digo en sentido figurado, nuestro primer candidato no se apeó la boina y le regaló una a Álvaro Cuesta, el candidato del PSOE. La noche electoral el socialista esgrimía la boina como un trofeo. Pues ahora estamos derrotados, con boina y comprometidos en apoyar la oficialidad del asturiano.

L. Soriano apunta al problema que significa el hecho de que los españoles no tengan armas (más que caza) y, en cambio, las bandas organizadas de criminales dispongan del arsenal que quieran para sus viles propósitos. Entiendo que el problema es de una gravedad creciente, como lo demuestra el ascenso rampante de la violencia organizada. No es para menos. Es el problema que, cuando no se resuelve, puede dar lugar al desmoronamiento de las democracias. El ejemplo más pertinente para nosotros es el fracaso de la Segunda República en 1936 (o quizá antes, en 1934). Ahí se juntó la violencia callejera, crecientemente impune, con la amenaza del golpe militar. Bien es verdad que ahora no existe ninguna amenaza de pronunciamiento militar; nos vacunamos con el cuartelazo fallido del 23 de febrero de 1981. Pero queda el otro factor: la creciente inseguridad ciudadana con la espada de Damocles del terrorismo. Si ese factor continuara rampante, no hay democracia que pueda resistir.

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