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Carlos Semprún Maura

Olímpicamente siniestro

La Juana de Arco de los mataderos, Ségolène Royal, realizó su propio camino de Santiago-Pekin y, entre otras sandeces, elogió la rapidez de la justicia china. Tiene razón, se fusila muy rápidamente.

Hace más de 15 años, Xavier Domingo, director del semanario 7 díes, me pidió un artículo sobre un caso de eutanasia que armaba bastante barullo en Francia. Mi opinión sigue siendo la misma entonces y ahora, cuando tanto se discute en torno a la muerte de Chantal Sébire, quien había pedido eutanasia oficial y, como la Justicia se la negó, murió "por su cuenta".

En estos tristes asuntos, la hipocresía y la mala fe son portentosos, porque todos los días o más bien noches, los médicos pinchan y matan a los enfermos que consideran incurables en todos los hospitales de Francia, e imagino que en todos los hospitales del mundo. Decía entonces y repito ahora que si se legalizara la eutanasia, esta práctica –más o menos ilegal, más o menos tolerada– aumentaría considerablemente y se cometerían muchos abusos. La práctica actual es, desde luego, hipócrita, pero constituye un freno relativo, porque los médicos toman muchas precauciones antes de "pasar al acto", pero si se legaliza la eutanasia, casi diría que se legalizarían los abusos.

En los fines de semana santa la actualidad se entorpece, sobre todo si hay frío y nieve, sin embargo, junto a la polémica en torno a la sedación, ha estallado otra sobre si se deben boicotear los Juegos Olímpicos de Pekín. Evidentemente, ha sido la represión en el Tíbet y sus muertos, cuya cifra exacta sigue incierta, lo que ha provocado esta polémica y nutrido de argumentos a los partidarios del boicot. Pero también en este caso el grado de hipocresía es portentoso. Todos los presidentes franceses desde De Gaulle han realizado su viaje ritual a Pekín, se han arrodillado antes los diferentes asesinos que dirigían el país y han procurado tener con ellos las mejores relaciones políticas y económicas (a fin de cuentas más importantes que las deportivas, a mi entender).

Recuerdo las imágenes grotescas del presidente chino Jintao bailando el chotis con Bernadette Chirac en un establo durante su viaje oficial en Francia. Recientemente, Nicolas Sarkozy y su séquito político-económico estuvieron también en la China comunista-capitalista, vanagloriándose luego de los jugosos contratos firmados. Pero antes de eso, y por más que hoy se nos haya olvidado, la candidata socialista a la Presidencia, la Juana de Arco de los mataderos, Ségolène Royal, realizó su propio camino de Santiago-Pekin y, entre otras sandeces, elogió la rapidez de la justicia china. Tiene razón, se fusila muy rápidamente.

No soy tan sectario como Fernando Sánchez Dragó, de modo que no prohíbo el fútbol en mis pantallas, pero francamente, a mí, que se boicoteen o no los Juegos Olímpicos de Pekín me importa un bledo. Hay cosas más importantes en China o en el Tíbet. Podríamos hablar también de la masacre de los no musulmanes en Sudán, por ejemplo, que lleva en marcha desde hace 30 años y que la UE y, de paso, Bernard Kouchner contemplan desde el palco, como si de una corrida de toros se tratara.

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