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Agapito Maestre

La investidura

El principal apoyo que, hoy por hoy, tiene Rajoy son los medios afines al Gobierno de Zapatero... La delicadeza, el mimo y la ternura que esos medios han desplegado a favor de Rajoy son, en mi opinión, peor que sospechosos. Son basura.

Empieza una legislatura rara. ¿Rara? Sí, rara y, sobre todo, crepuscular. El horizonte político es mortecino. Todo es viejo y decadente. No entiendo por qué algunos periodistas, demócratas de salón y mesa camilla, se extrañan de que el PSOE haya abierto la legislatura negociando con los nacionalistas y despreciando al PP. Es lo que lleva haciendo cuatro años y es lo que tiene planificado hacer durante toda la legislatura. Negar a la oposición. Negar la posibilidad de alternancia democrática. El PSOE negará, sí, la democracia a la par que dirige el proceso de destrucción del Estado nacional diseñado conjuntamente con los nacionalistas. ¿Qué otra cosa podría hacer Blanco que reunirse con los nacionalistas en el Congreso de los Diputados? Quien esperase que los socialistas se reunirían antes con el PP que con los nacionalistas, antes con la genuina oposición que con partidillos montaraces, es que no ha entendido nada de lo que está pasando en España.

Esa gente, esos periodistas de salón, son incapaces de comprender que estamos ante el final del sistema constitucional y democrático surgido en 1978. Tampoco entienden que los socialistas aún no se atreven a defender, al menos con el descaro ideológico que les caracteriza históricamente, el "modelo", por llamarle de algún modo, "confederal" de comunidades ibéricas que tienen reservado para una España de la que sólo queda el nombre. Zapatero inicia su segunda legislatura con un único objetivo, a saber, trocear definitivamente España en cuatro naciones o 17 reinos de "taifas".

Eso, naturalmente, tiene una prioridad darle a los vascos lo que ya tienen los catalanes: un nuevo Estatuto de Autonomía. PNV y ETA han dado su consentimiento. Sólo falta, reitero lo dicho en otras ocasiones, completarlo. Esa es exactamente la política de socialistas, nacionalistas y terroristas para esta legislatura, que cada uno defenderá con formas diferentes. Pero nadie dude de que todos ellos trabajan ya para crear un simulacro de Constitución vasca para seguir esquilmando a los que se llaman españoles. Mientras tanto, mientras se hace operación, se sigue simulando, como en el caso de la aprobación de los anteriores estatutos, que se respeta la Constitución, cuando en verdad la Carta Magna está muerta.

En esa circunstancia, sin duda alguna dramática, viene Rajoy de vacaciones de Nueva España y hace sus primeras declaraciones sobre el debate de investidura: "A ciegas nadie da su voto ni a favor, ni en contra, ni se abstiene". Pero, por Dios, este hombre dónde vive. Me temo lo peor; en efecto, este hombre se cree lo que dice. Igual está esperando el "discurso" de Zapatero para mandar a sus huestes votar una de esas tres opciones. Increíble. Pero, sin duda alguna, más grave que votar a favor, en contra o abstenerse, será argumentar una de las tres opciones. Ese es el verdadero problema de Rajoy. Nadie crea que eso es tarea fácil, cuando la política es tomada en serio; sí, cuando el razonador es consciente de la importancia de su discurso, o mejor, de que la "vida en común" de los españoles dependerá en buena medida de su discurso, entonces no resulta sencillo razonar. Es menester ahí, en esta circunstancia dramática, demostrar el liderazgo. Otra cosa sería que al político, en este caso el orador en una asamblea, sólo le preocupase mantener el poder sobre su partido; no creo, y lo digo sinceramente, que sea el caso de Rajoy.

Por lo tanto, aparte de lo que diga Zapatero, debería interesarnos sobremanera qué dirá Rajoy el día de la investidura. Descartemos que el voto de Rajoy sea afirmativo, y que lo dicho sobre votar a favor de la investidura de Zapatero sólo sea una concesión a los usos retóricos de la dinámica parlamentaria, lo contrario sería la constatación de la muerte de la democracia. ¿Cuáles serán sus razones para abstenerse? ¿Cuáles sus ideas para votar negativamente? Tengo verdadera curiosidad por oír a Rajoy. De esas razones, sin duda alguna, dependerá el tipo de oposición que haga el PP durante toda la legislatura. ¿Será el PP una mera comparsa del fin del régimen constitucional? ¿Dirá las cosas con claridad y eficacia? ¿Reconocerá sus fallos pasados por haber caído en las trampas tendidas por los socialistas y los nacionalistas? ¿Cómo fijará su posición Rajoy respecto a la desaparición de la nación española? ¿Cómo encarará el pacto entre el PSOE, el PNV y el BNG? ¿Cómo se opondrá a la política contemporizadora del PSOE con ETA? ¿Conseguirá dar argumentos suficientes para contentar a la mayoría de sus votantes?

Reconozco que no lo tiene fácil el señor Rajoy, entre otras razones, porque él mismo dijo que se abstuviera el PSOE, aunque estableciendo condiciones, en la investidura si ganaba el PP; pero, ahora, hay muchos miembros relevantes de su partido que opinan lo contrario. Zaplana, por ejemplo, ha reconocido que es necesario votar contra Zapatero. Naturalmente, se me ocurren cien maneras de encarar ese discurso. Me sobran razones para cuestionar el contenido, sin duda alguna previsible, del discurso de Zapatero, pero poco sentido tiene lo que yo diga para Rajoy, porque él sólo oirá lo que diga el candidato a la presidencia del Gobierno. Por otro lado, nada de eso es nuevo en el comportamiento de Rajoy. Éste nunca tuvo en cuenta, por ejemplo, las opiniones de quienes ajenos a los intereses de partido, o sea, los columnistas genuinamente libres, le aconsejábamos que no entrara en la discusión de la reforma de los estatutos de autonomía, entre otras razones, porque la ciudadanía no lo demandaba, pero él y todos sus colaboradores no hicieron otra cosa que caer en la trampa que les tendían Zapatero y los nacionalistas. Las consecuencias están a la vista.

Por lo tanto, lejos de mí intentar crear "opinión política" para que conteste de una u otra manera a Zapatero. Rajoy sabrá cómo lo hace. Es, en verdad, su problema. Además, nadie debería osar sustituir la tarea de un líder, en verdad, del único líder político que tiene la derecha española. Quien lo pretenda es que cree poco, quizá nada, en su liderazgo; por cierto, repárese seriamente en este particular, que el principal apoyo que, hoy por hoy, tiene Rajoy son los medios afines al Gobierno de Zapatero... La delicadeza, el mimo y la ternura que esos medios han desplegado a favor de Rajoy son, en mi opinión, peor que sospechosos. Son basura.

En cualquier caso, tenemos que exigirle a Rajoy que argumente con criterio sea cuál sea su posición, porque las consecuencias las sufrirán no sólo sus electores sino todos los españoles. ¿Cuál es el criterio principal de Rajoy para abstenerse o negarle la investidura al candidato socialista? Lo desconocemos, porque prefiere escuchar antes a Zapatero. Esto, insisto, es lo grave. Ése es, en verdad, el problema. Ojalá me equivoque, pero tengo la sensación de que, hoy por hoy, Rajoy no tiene nada nuevo qué decir. Zapatero lo tiene cogido por todas partes. Si se abstiene, sin duda alguna, será malo; pero, si vota negativamente, sospecho que su programa no será muy diferente al planteado por Zapatero, especialmente en lo que se refiere a los Estatutos de Autonomía y vertebración territorial de la nación española. Pero esto ya es otra cuestión.

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