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Carlos Semprún Maura

Intolerancia y cobardía

En este ambiente de intolerancia, de asesinatos y de atentados, la Comisión de los Derechos Humanos de la ONU quiere condenar lo que algunos califican de "islamofobia" como crimen racista castigado por la ley.

Ante las diversas manifestaciones de intolerancia mahometana de estos días, acompañadas de las habituales –demasiado habituales– amenazas de muerte, la prensa francesa ha demostrado una vez más su pavor ante el islam. Han llegado hasta el extremo de asustarse porque el Papa Benedicto XVI ha bautizado, junto a otros, a Magdi Allam –hoy Magdi Cristiano–, un egipcio de origen musulmán afincado en Italia que resulta ser redactor-jefe adjunto del Corriere della Sera, probablemente el mejor diario europeo, desde donde despotrica contra el islam radical.

Tomaré el ejemplo de Le Figaro de este lunes 24 de marzo, en el que, junto a varios artículos de sacerdotes dedicados a la Semana Santa, dedican casi una página a comentar esta conversión y este bautizo. Pero no lo hace para felicitarse, por muy católicos que aparenten ser, sino para manifestar su miedo e intentar asustar a sus lectores insistiendo en el peligro de muerte que corre el periodista Allam al convertirse y bautizarse, como si fuera lo más lógico y progresista del mundo, que el islam (¿moderado o radical?) condene a muerte a todo musulmán que se convierta a otra religión. ¿Qué otra religión condena y mata hoy a los conversos? O a quien no se convierte, como Ayaan Hirsi Ali, quien ha roto con el islam y lo critica valientemente, y también está condenada a muerte

Por cierto, Cristiano Allam ya estaba amenazado debido a sus artículos, porque el islam es muy "liberal" en sus condenas a muerte y no sólo castiga las conversiones, sino a toda persona que se atreva a criticar el terrorismo de los locos de Alá, la esclavitud de las mujeres o la sura 23 del Corán. Fueron así amenazados, por ejemplo, Salman Rushie o Theo Van Gogh, asesinado en Holanda, el mismo país en el que Hirsi Ali fue diputada y hoy el diputado Geert Wilders encuentra inmensas dificultades para difundir su cortometraje sobre el Corán. Para ningunearle, la prensa gala lo trata de "político de extrema derecha", como hicieron con mi admirada Oriana Fallaci. En Francia, además, ya ni se habla del caso más escandaloso de condena islámica, la del profesor Robert Redeker.

Y en este ambiente de intolerancia, de asesinatos y de atentados, la Comisión de los Derechos Humanos de la ONU (convertida ella al islam radical) quiere condenar lo que algunos califican de "islamofobia" como crimen racista castigado por la ley. Cuando lo que debería estar castigado, por la ciudadanía al menos, es el fanatismo musulmán y sus crímenes. Pues ni eso.

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