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EDITORIAL

La desfachatez del PSOE no es una broma

La desfachatez del PSOE sólo es comparable a su confianza en que el temor a que los tilden de "crispadores" neutralice a los acomplejados dirigentes del PP. Nada alienta más a un caradura que un temeroso del qué dirán.

De la misma forma que la exigencia socialista de que el principal partido de la oposición favorezca con la abstención la investidura de Zapatero no es, aunque lo parezca, una broma de cámara oculta, tampoco lo es la pretensión socialista de que los populares cedan a los nacionalistas uno de los cuatro puestos que al PP le corresponden en la Mesa del Congreso para, así, favorecer las alianzas socialistas con los firmantes del Tinell o de Estella.

No. Ambas pretensiones del PSOE no son sino una nueva muestra del delirante grado de desfachatez de Zapatero, sólo comparable al de su confianza en que el temor a que los tilden de "crispadores" neutralice a los acomplejados dirigentes del PP. Nada alienta más a un caradura que un temeroso del qué dirán.

Aunque Zaplana bien podía haberse llevado la mano al rostro como mejor forma de escenificar la desfachatez de la pretensión que este jueves le ha transmitido José Blanco, el todavía portavoz popular, por lo menos, ha dejado clara la negativa de su partido a poner la cama en beneficio de la alianza social-nacionalista gobernante. Pero ¿cómo valorar las declaraciones del desaparecido Rajoy que, con pretensión de ponderación y sensatez, dejaba en la incertidumbre el voto de su partido en la próxima sesión de investidura? La más elemental sensatez hubiera aconsejado al líder del PP el tener bien presente cuál es la trayectoria de Rodríguez Zapatero y el haber dejado bien claro su compromiso de oponerse a su Gobierno mientras el presidente no acompañe con garantías sus desconocidos e improbables propósitos de enmienda.

Semejante compromiso de oposición por parte de Rajoy no hubiera supuesto renunciar a la flexibilidad necesaria ante futuras e hipotéticas ofertas o cambios, y hubiera sido mucho más coherente con lo que el propio Rajoy, en sus intermitentes ejercicios de liderazgo, ha advertido y denunciado de Rodríguez Zapatero. En lugar de eso, el líder de la oposición ha mantenido una actitud de expectación, con todas las posibilidades abiertas –incluida la de votar a favor–, como si Zapatero fuera aún alguien por conocer.

Claro que, bien podría ser, que esas declaraciones ambiguas de Rajoy sean, ellas sí, una broma. En ese caso, que las deje para mejor momento, que ni el país, ni su liderazgo, ni sus votantes están para bromas.

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