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Isabel Durán

Un monumento para el pederasta

Loable reacción del presidente y de su ministro de Justicia con respecto al ejemplar padre gitano de la inocente víctima. Deplorable e indignante vejación sistemática por parte de ambos por acción y omisión hacia tantas víctimas del terrorismo.

El caso del presunto asesino de la niña Mari Luz pone los pelos de punta no sólo por el repugnante historial su presunto asesino, el pervertido Santiago del Valle, sino por la increíble concatenación de errores del sistema que permitieron que campara a sus anchas delinquiendo con niñas, una y otra vez, mientras que pesaban sobre él varias condenas. Así, el delincuente sexual se presentaba cada quince días en un juzgado sevillano –por tocamientos a una menor– en el mismo edificio en el que otro juzgado lo consideraba en paradero desconocido, tras haber sido condenado en sentencia firme por abusos sexuales a su propia hija cuando ésta tenía 5 años. De Gijón a Cuenca, de Huelva a Granada o a Sevilla, el depravado ha burlado la justicia persiguiendo a sus víctimas y ha conseguido que hasta el mismísimo inquilino de La Moncloa se interese por el asunto. Y es aquí donde está el quid de la cuestión.

Poco después de que el padre Mari Luz se lamentara de que nadie del Ejecutivo le hubiera llamado y le pidiera que no se "esconda" tras conocerse la cadena de errores, el presidente ha corrido presto a ponerse en contacto él. Lo mismo ha hecho el habitante del ático millonariamente reformado a golpe de talonario del Erario, es decir, el todavía titular de Justicia. Sin embargo ni Zapatero ni Bermejo han sido capaces nunca de llamar a Mari Mar Blanco o a Rubén Múgica cuando han denunciado la humillación que sienten debido al monumento levantado por el consistorio de Zizurquil al etarra asesino de su hermano y padre, consistorio que, por cierto, subvenciona con 9.000 euros anuales a los familiares de los presos etarras.

Loable reacción del presidente y de su ministro de Justicia con respecto al ejemplar padre gitano de la inocente víctima. Deplorable e indignante vejación sistemática por parte de ambos por acción y omisión hacia estas y otras víctimas del terrorismo. Miguel Ángel Geresta es el criminal que sujetó las manos a la espalda de Miguel Ángel Blanco manteniéndole de rodillas con una venda en los ojos para que Txapote le descerrajara varios tiros en la nuca. Pero ni Zapatero ni Bermejo se sienten conmovidos por estos "errores del sistema". No, porque ellos mismos los apoyan y sustentan.

Han sido varias las votaciones en la pasada legislatura en las que el PSOE se ha negado a instar a los ayuntamientos vascos a que retiren las plazas, calles o monumentos dedicados a terroristas. En estos momentos, la Fiscalía dirigida por Conde Pumpido todavía se está pensando si estas placas o monumentos incurren dentro del delito de humillación a las víctimas del terrorismo. ¿Verdad que sería igualmente humillante, mucho o poco, un monolito al pederasta Santiago del Valle en la barriada onubense del Torreón, señores Zapatero, Bermejo y Conde Pumpido? Pues ya saben, defiendan ustedes que el pederasta tenga un monumento al igual que Geresta y el resto de los asesinos de ETA lucen sus placas de homenaje gracias al apoyo de su Gobierno. Víctimas inocentes son todas, pero quien con su voto se niega a retirar el callejero etarra, se convierte en cierta manera también en un nuevo verdugo. Y si no, que se lo pregunten a Mari Mar o a Rubén.

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