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La OTAN no es lo que era

Lo que en verdad necesita la OTAN es afrontar de cara sus problemas internos, que pasan por una relativa dejadez de los americanos y una evidente impotencia militar de los europeos.

La Alianza Atlántica fue durante décadas la columna vertebral de la seguridad y la paz occidental. En parte dejó de serlo tras la desaparición del bloque del este y de la URSS ya que su razón de ser, la defensa colectiva de sus miembros frente a una agresión militar, se había evaporado. Al menos así se creyó en la década de los 90, cuando la OTAN ajustó su existencia a las misiones de paz en los Balcanes. Sin embargo, el tiempo y la dejadez de sus miembros han llevado a una situación donde la defensa vuelve a estar a la orden del día, pero la capacidad de llegar a acuerdos y de ponerlos en práctica ha quedado sustancialmente mermada.

Hace años la Alianza se inventó las cumbres a su máximo nivel cuando las burocracias nacionales eran incapaces de romper un bloqueo y se necesitaba del impulso y la voluntad de los máximos responsables políticos para lograr que la maquinaria avanzara. Con el paso de los años y su institucionalización cada dos años, las cumbres también pasaron a ocupar el lugar de la propaganda oficial, una reunión donde se cantara a los logros conseguidos y las promesas que aguardaba el futuro.

Pues bien, es de temer que la cumbre de Bucarest que se abre en un par de días no será ni lo uno ni lo otro. Se va a celebrar porque cancelarla sería percibido como un gran fracaso, pero desgraciadamente no cabe esperar mucho más de ella. Las divergencias de los miembros sobre cómo resolver la crisis de la OTAN en Afganistán no se van a cerrar, por mucho que Sarkozy prometa 600 soldados franceses más. Líderes como Zapatero están defendiendo precisamente lo contrario. Y aunque hay un problema de números, lo grave es que eso responde a visiones encontradas.

La OTAN, no obstante, saldrá de Bucarest envuelta en comunicados de prensa de absoluta satisfacción. Habrá tal vez logrado que se invite a Albania a convertirse en un nuevo miembro. ¿Pero eso es bastante para la complacencia? ¿Es ahora la membresía de Albania la vara con la que medir el éxito de la Alianza? Máxime con el lío que hay montado sobre el papel de las tropas aliadas en Kosovo, donde han pasado de instituir una obligada convivencia entre serbios y albano-kosovares a ser fuerzas que están allí para garantizar la independencia unilateral de Kosovo.

Lo que en verdad necesita la OTAN es afrontar de cara sus problemas internos, que pasan por una relativa dejadez de los americanos y una evidente impotencia militar de los europeos. Fuerza y debilidad producen dos visiones muy distintas de entender el mundo. Si no se acercan posturas entre los grandes, la OTAN se convertirá en una alianza de pigmeos. Con o sin Bucarest y las cumbres que vengan.

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