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George Will

Solidaridad de pegatina de coche

Una de las ironías más amargas del progresismo es que las opiniones políticas parecen estar ocupando el lugar de la ayuda a los demás.

Los habitantes de Austin, sede del Gobierno del estado y de la su universidad insignia, poseen, a juzgar por lo que dicen, una conciencia social muy refinada. Y lo dicen con pegatinas. Don R. Willett, un juez del Tribunal Supremo del estado, conduce cada día a su trabajo tras la estela de pegatinas que proclaman cosas como éstas: "Mejor tener un corazoncito tierno que no tener ninguno"; "Práctica la amabilidad sin mirar a quien y la belleza sin sentido"; "La superioridad moral se construye a fuerza de compasión"; "Trabajaré cuando los empleos regresen de la India"; "Jesús era progre"; "El camino al infierno está pavimentado de republicanos"; "Los republicanos también son personas... personas egoístas, mezquinas y avariciosas".

Sin embargo, el juez Willett piensa que hay un estereotipo que Austin destruye: "que a los progresistas les preocupen más los pobres". Una conclusión que "puede suscitar irritación partidista o ideológica". Sin embargo, "los hechos son testigos incómodos". Hace dieciséis meses, Arthur C. Brooks, profesor de la Universidad de Siracusa, publicó Quién se preocupa de verdad: la sorprendente verdad sobre el conservadurismo compasivo. La sorpresa es que los progresistas practican la caridad mucho menos que los conservadores.

Si muchos conservadores son progresistas que se han visto asaltados por la realidad, Brooks, registrado como votante independiente, es, como rezaba una reseña a su libro, un sociólogo que se ha visto asaltado por datos como los siguientes:

  • Aunque los ingresos medios de las familias progres son un 6% de media superior a los de las familias conservadoras, los hogares de derechas donan, de media, un 30% más a la caridad que los de orientación progresista (1.600 dólares al año frente a 1.227).
  • Los conservadores también donan más tiempo y más sangre.
  • Los residentes de los estados que votaron en el 2004 a John Kerry donaron a la caridad un porcentaje de sus ingresos inferior a al que entregaron los residentes de los estados que votaron a George Bush.
  • Bush ganó en 24 de los 25 estados en los que las donaciones se sitúan por encima de la media.
  • En los 10 estados más republicanos, aquellos en que Bush obtuvo mayorías superiores al 60%, el porcentaje promedio de la renta personal donada a caridad fue del 3,5%. Los residentes de los estados más demócratas, que otorgaron a Bush menos del 40% de sus votos, apenas donaron el 1,9%.
  • Las personas que rechazan la idea de que "el Estado tiene la responsabilidad de reducir las desigualdades en la renta" donan como media cuatro veces más que las personas que aceptan esa tesis.

Brooks demuestra la existencia de una correlación entre comportamientos caritativo y "los valores que subyacen" a las etiquetas progresista y conservador. Dos variables del comportamiento caritativo son la religión y las posturas sobre el papel que debe jugar el Estado.

Con diferencia, el mejor indicador del altruismo de cualquiera, dice Willett, es la religión. Esta variable se correlaciona cada vez más con ser de derechas porque, como dice el libro de Brooks, "el porcentaje de los que se definen como demócratas y dicen 'no tener religión' se ha multiplicado por algo más de cuatro desde los primeros años 70". En gran medida, Estados Unidos está dividido entre donantes religiosos y no-donantes que no lo son, siendo los primeros desproporcionadamente conservadores. Una demostración de que la religión es un factor poderoso del comportamiento caritativo es que el grupo menos caritativo es el relativamente reducido de los conservadores no creyentes.

En su reseña del libro de Brooks en la revista Texas Review of Law and Politics, el juez Willett observa que Austin, que apoyó a Kerry con un 56% de los votos mientras que el mismo candidato sólo reunía un 38% de los sufragios en el conjunto del estado, ocupa, según el Chronicle of Philanthropy (Crónica de la filantropía) el puesto 48 entre las 50 grandes ciudades de América en cuanto a donaciones per capita. Los datos de Brooks sobre disparidades entre las donaciones caritativas de progresistas y conservadores encajan con estos datos: los demócratas representan la mayoría de los distritos electorales al Congreso más ricos, y la mitad de los hogares más ricos de América se encuentran en estados en los que ambos senadores son demócratas.

Mientras que los conservadores tienden a considerar la donación una responsabilidad personal más que estatal, algunos progresistas contemplan la caridad privada como un fenómeno retrógrado, un pobre paliativo producto de un Estado del Bienestar inadecuado y una distracción a la hora de lograr la igualdad mediante la fuerza, subiendo los impuestos. Cuando se presentó a presidente en el 2000, Ralph Nader dijo: "Una sociedad más justa es una sociedad que necesita menos caridad". Brooks, sin embargo, advierte: "Si el apoyo a una política que no existe sustituye a la caridad privada, los necesitados terminan peor de lo que estaban antes. Una de las ironías más amargas del progresismo es que las opiniones políticas parecen estar ocupando el lugar de la ayuda a los demás."

En 2000, el hecho de que las donaciones del vicepresidente Al Gore se hallaran, en proporción a su renta, por debajo de la media nacional, dejó boquiabiertos a muchos: el político entregaba el 0,2% de su renta familiar, la séptima parte de la media entre los hogares que donan. Sin embargo, Gore "contribuía por medio de su trabajo". Así, usaba su cargo para donar el dinero de los demás a políticas públicas. Era su forma de caridad. Así es como cada vez más, y más en provecho propio, los progresistas entienden esa palabra.

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