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Sean Fitzpatrick

La caída de un cacique irlandés

La caída en desgracia de Bertie con el electorado irlandés debería servir de ejemplo a los demás líderes del mundo: la economía sigue siendo la clave para la supervivencia política.

"No existe en la ley ni en la Constitución ninguna disposición que obligue a tener una cuenta bancaria". Este podría ser un buen argumento para algún ingenuo joven estudiante discutiendo con su madre acerca de sus finanzas. Sin embargo, fue una de las razones en que se apoyó la defensa del primer ministro de Irlanda, Bertie Ahern, en un proceso de investigación judicial abierto por "donaciones políticas" cuando se le cuestionó por no tener una cuenta bancaria mientras era ministro de Hacienda a principio de 1990. Bertie Ahern, quien presenció uno de los más exitosos casos de crecimiento económico a finales del siglo XX, ha afirmado que cambiaba su cheque de nómina por efectivo en su bar favorito y que durante varios años no ha tenido cuenta bancaria activa. Lo más increíble en esta historia es que él es contable. Más increíble aún es el hecho de que el electorado irlandés ha sabido de ésta y otras faltas de ética a lo largo de varios años, pero continúan perdonándolo. A pesar de anunciar que renunciará el próximo 6 de mayo, uno debe hacerse la pregunta de por qué pudo salirse con la suya durante tanto tiempo, y qué moraleja queda de todo esto para los otros líderes políticos.

Las cosas han ido bien para los irlandeses. Bertie Ahern, como Taoiseach –el término irlandés que significa literalmente cacique– es actualmente el segundo primer ministro o su equivalente que más tiempo lleva en servicio en los 27 países miembros de la Unión Europea, y el segundo Taoiseach que más tiempo lleva en el cargo en la historia de la República. Bertie –como casi siempre se le llama en Irlanda– fue ministro de Hacienda antes de encabezar el Gobierno en 1997. Bajo Bertie, la economía irlandesa creció en más del doble en términos reales, se crearon 650.000 nuevos puestos de trabajo y el desempleo bajó, en una histórica caída, al 4 por ciento. La autoestima del irlandés pasó de estar plagada de sentimientos de inferioridad a rozar la arrogancia. Hace sólo 20 años Raymond Crotty, uno de los más famosos historiadores económicos de Irlanda, sugirió que el irlandés debía dejar de engañarse a sí mismo y hacer frente al hecho de que económicamente el país tenía más en común con los países antiguamente colonizados del tercer mundo que con los primeros de la Europa oriental. Y fue precisamente esta transición económica la que convirtió la Irlanda del "Tigre Celta" en uno de los modelos de desarrollo económico más estudiados en los últimos veinte años, y cambió la percepción del "enfermo" de Europa en unos de los países más ricos de la Unión Europea.

Al igual que los antiguos guerreros que usaban amuletos que a su juicio les hacía invisibles a sus enemigos e inmunes a las lesiones, los irlandeses y sus políticos marcharon con la cabeza bien alta.

Bertie, como figura pública, se ajustaba perfectamente al modelo de líder político que la mayoría quería. Fue un hombre del pueblo, un tipo que le gustaba ir de pintas, departir con la gente corriente y ver un partido de fútbol. Los pocos guardias de seguridad que tenía se parecían más a los Diego y Santiago en Los Serrano que al Jack Bauer de 24. Mientras que a otros primeros ministros les gustaba vestirse de Armani, Bertie iba con anorak –o chaqueta impermeable, con capucha–, como el que usan los ciclistas cuando llueve mucho. Junto a Tony Blair –compañero artífice del "Acuerdo de Viernes Santo" y excelente orador–, Bertie parece un cateto; a menudo balbucea y tartamudea mientras habla. Lo que al comienzo avergonzaba a los irlandeses se convirtió en motivo de orgullo; no se podía esperar que Bertie, un tío corriente después de todo, hablara de la misma manera educada que el oxoniano Tony Blair. La forma de hablar de Bertie fue cariñosamente conocida como Bertie-Speak. El año pasado, poco antes de que Bertie y su partido, Fianna Fáil, consiguieran un tercer mandato, el semanario Time publicó un artículo titulado Mr. Popularity, donde reflejaba el afecto que los irlandeses sentían por su líder y su privilegiada posición internacional como jefe de Gobierno.

Pero Bertie siempre es más de lo que parece a primera vista. Una vez, el desprestigiado ex primer ministro irlandés Charles Haughey lo describió como "el mejor, el más hábil, el más retorcido, el más astuto de todos" y con unas aptitudes que le serían muy útiles en el futuro. Fue llamado el "Taoiseach de teflón", porque cualquier denuncia de actos ilícitos o irregularidades no le manchaban, ni admitir haber recibido decenas de miles de libras de amigos, empresarios y familiares a comienzos de 1990, ni otra donación, para su uso personal, cuando era ministro de Hacienda en 1994.

Los tribunales creados para investigar la corrupción en la política irlandesa en la década de 1990 han dedicado años a tratar de pillarle. Se dice que la dimisión de Bertie está relacionada con el próximo referéndum sobre el Tratado de Lisboa, fijado para el 12 de junio de 2008 (Irlanda es el único miembro de la UE que lo va a someter a votación y los políticos están ansiosos por evitar que se repita el rechazo del Tratado de Niza en 2001, que se produjo a pesar del fuerte apoyo en las urnas). Sin embargo, existe una razón más importante para la caída del Bertie: la economía. Al igual que otros muchos dirigentes políticos anteriores, cuando la economía va bien los ciudadanos son felices e indulgentes con las faltas de ética de sus dirigentes. Pero cuando la economía cambia, los líderes caen pronto en desgracia ante su electorado que se olvida de sus encantos. Al igual que en España, los gobernantes irlandeses no han hecho lo suficiente para reducir la gran dependencia económica de la industria de la construcción y de la mano de obra barata proveniente de los inmigrantes. En algún momento, una cuarta parte de la producción económica global y casi uno de cada siete puestos de trabajo se encuentran relacionados con la construcción. Los precios de la vivienda han disminuido en un 9 por ciento y se han perdido decenas de miles de empleos en el sector.

Bertie dice que la historia lo absolverá. Después de todo, él ha sido el dirigente político que no sólo dirigió el notable desempeño económico de Irlanda en los últimos años, sino también impulsó las negociaciones que condujeron al "Acuerdo de Viernes Santo" y a un cese de la violencia sectaria en Irlanda del Norte. Probablemente tiene sus ojos puestos en la Presidencia del Consejo Europeo, pero sus pretensiones dependerán en gran medida de que salga bien librado de las investigaciones en curso sobre sus finanzas. La caída en desgracia de Bertie con el electorado irlandés debería servir de ejemplo a los demás líderes del mundo: la economía sigue siendo la clave para la supervivencia política.

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