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EDITORIAL

Tócala de nuevo, Zapatero

No hay, en definitiva, nada nuevo en Zapatero. Ni en el fondo ni en las formas. Todo lo que puede dar de sí ya lo ha dado.

De nada ha servido que el presidente del Gobierno en funciones haya repetido –machacona y cansinamente– hasta 53 veces la palabra España durante su discurso de investidura. Su programa y sus intenciones siguen siendo idénticos a los de hace cuatro años. Todo y nada a la vez. Los mismos guiños a una concordia de cartón-piedra, los mismos gestos, la misma vacuidad... Zapatero pretende empezar la legislatura como abandonó la anterior: rodeado de autocomplacencia y peligrosamente desconectado de la realidad.

El voluntario autismo en el que vive José Luis Rodríguez Zapatero empieza por la economía, esa materia tan árida que siempre le ha sido tan esquiva. Las entendederas del presidente, cortísimas en este tema, no terminan de concebir que nos encontramos inmersos en una crisis económica de primer nivel. Lejos de la "desaceleración" de la que ha hablado en el Congreso, la economía española acaba de entrar en una pendiente recesiva de la que nos va a costar salir. El problema, por lo tanto, no radica en que el paquete de medidas con el que Zapatero pretende paliarla sea más o menos difuso, sino en la negación misma de la gravedad de la situación económica.

Algo parecido podría decirse del otro gran problema que aflige a España, el del terrorismo. Zapatero no ha mostrado voluntad de derogar el permiso que el Parlamento le concedió para negociar con la ETA en la pasada legislatura. De hecho ha pasado de puntillas sobre el tema como si no fuese con él. Lo mismo que con el asunto de la inmigración o el del caos que padece la Justicia española. Definitivamente, Zapatero no tiene intención alguna de hablar sobre los temas que, de 2004 a 2008, se le fueron totalmente de las manos.

El del agua es caso aparte. En pocos apartados la caradura ha ido mejor acompañada de la demagogia que en este. Cuatro años después de haber derogado por las buenas el PHN y sometidos a los rigores de una sequía que castiga ciertas regiones desde hace tres años, Zapatero vuelve a sacarse de la chistera idénticas soluciones mágicas que, a la hora de la verdad, de mágico han tenido muy poco. A estas alturas lo único que podemos tener por cierto es que, en lo relativo al agua, el Gobierno no ha hecho más que dar palos de ciego, y, lo que es peor, pretende seguir dándolos otros cuatro años más. Derogaron por una cuestión de sectarismo elemental un proyecto sólido y consensuado como el del PHN y no han sabido buscar un sustituto igual de efectivo para resolver los problemas que aquel pretendía atender.

No hay, en definitiva, nada nuevo en Zapatero. Ni en el fondo ni en las formas. Todo lo que puede dar de sí ya lo ha dado. Por eso al PP no le ha quedado otra que rechazar de plano la segunda investidura de Zapatero. Es una cuestión de principios que pondrá la primera piedra de la oposición enérgica y, porque no decirlo, despiadada que le aguarda al PP en los próximos años.

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