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Dario Migliucci

El vía crucis de los liberales italianos

¿Que harán entonces los liberales en las elecciones generales del próximo fin de semana? Seguir votando "tapándose la nariz", como si se tomaran una medicina de mal sabor.

Son tiempos duros lo que les toca vivir a los liberales italianos en un país que alberga una poderosa izquierda maximalista y en el que el más reciente Gobierno liberal se remonta al siglo XIX.

El último Ejecutivo de Roma, regido por Romano Prodi, destacaba por ser el único Gobierno del mundo occidental respaldado en el parlamento por cuatro partidos de la izquierda radical, dos de ellos orgullosamente comunistas. Partidos guiados por líderes que consideran a Fidel Castro como lo mejor que podía pasarle a Cuba y que proponían trasladar a Italia los restos mortales de Lenin (pues parece ser que los rusos quieren deshacerse de ellos) para permitir su homenaje por parte de los italianos. Fuerzas políticas que incluso siguen discutiendo sobre la abolición de la propiedad privada, que se solidarizan con los movimientos anti-globalización y que suelen presentar a las urnas incluso a políticos que definen a los miles de mártires de Tiananmen como "cuarenta muchachitos que tan solo querían beber Coca Cola".

Pese a que la "nueva" izquierda italiana haya prometido arrinconar las alianzas con los extremistas, seguirán siendo tiempos difíciles si en las ya inminentes elecciones vuelven a ganar los llamados "reformistas". La izquierda italiana que promete alejar a los radicales sigue albergando entre sus máximos líderes a figuras como Massimo D'Alema, que hace poco tiempo paseó por las calles de Beirut junto a unos miembros del grupo terrorista Hezbolá y que desde hace unos meses no pierde la ocasión de recordar que los fundamentalistas de Hamás deben ser considerados fiables interlocutores para alcanzar la paz en Oriente Medio.

Sin embargo, los liberales italianos no podrán festejar una verdadera victoria ni siquiera en el caso de que gane la actual derecha italiana. ¡He aquí la auténtica anomalía de la península!

Es verdaderamente difícil para quienes creen en los valores liberales votar por un partido aliado con la Liga Norte, movimiento secesionista que sugiere (literalmente) utilizar la bandera italiana como si fuese papel higiénico. Igualmente arduo resulta confiar en Silvio Berlusconi, magnate de la información –de forma prácticamente monopolista y, por lo tanto, antiliberal– que en su curriculum vitae puede presumir de haber pertenecido a una logia masónica subversiva (la llamada P2) y de haberse sometido a una larguísima serie de procesos judiciales.

Además, la actual derecha italiana es tan anómala que casi ni parece de derechas. El mismo Berlusconi, antes de entrar en el mundo de la política fundando un movimiento conservador que acabaría aliado con los neo-fascistas, no había escondido a nadie sus simpatías por el partido socialista. El número dos de su movimiento, Sandro Bondi, es un ex alcalde comunista y el número tres, Fabrizio Cicchitto, un antiguo miembro del partido socialista. En el parlamento, Berlusconi se llevó consigo a decenas de ex izquierdistas (¡que se sientan junto a los neo-fascistas!), incluso algunos que militaban antes en movimientos extraparlamentarios como Lucha Continua, Socorro Rojo y Democracia Proletaria.

Ante un escenario tan asombroso acaba pareciendo racional que el más conocido "intelectual" italiano que ha respaldado a Berlusconi durante los últimos años sea Giuliano Ferrara, también él ex comunista.

No es de extrañar que la Iglesia Católica se negara a conceder su bendición al partido de Berlusconi, y tampoco que los principales periódicos de derechas de Europa y Estados Unidos rechacen manifestarle su apoyo. Incluso el Partido Popular Europeo expresó más de una vez su incomodidad ante los personajes que se presentan a las urnas bajo las siglas del partido del Cavaliere.

Además, ninguno de los históricos liberales italianos lo ha apoyado en estos años. El líder de los industriales italianos, Luca Cordero di Montezemolo, hace poco destacó que Berlusconi ha gobernado durante cinco años (de 2001 a 2006) sin llevar a cabo ni una sola reforma liberal. Indro Montanelli, icono de los conservadores y luchador anticomunista durante medio siglo (faena que los terroristas de las Brigadas Rojas le agradecieron con unos cuantos disparos), anunció antes de morir en 2001 que votaría a la izquierda para que Berlusconi no alcanzara el poder. "No votaré a la izquierda porque sepa defender la libertad", destacó, sino porque "la pisaría menos que Berlusconi".

¿Que harán entonces los liberales en las elecciones generales del próximo fin de semana? Algunos optarán por un partido del centro católico o incluso por uno de los partidos moderados que han establecido alianzas con la izquierda menos radical. Desde luego seguirán votando "tapándose la nariz", como si se tomaran una medicina de mal sabor.

La Italia de los Valores, por ejemplo, es un partido que puede convertirse en un bote salvavidas para los liberales italianos. Fundado por Antonio Di Pietro, un ex juez anticorrupción difícilmente acusable de comunista, esta pequeña fuerza política ha respaldado al último Gobierno de centroizquierda intentando frenar los empujones de los radicales y poniendo en el centro de sus políticas la lucha contra la ilegalidad, fenómeno bastante raro en Italia. No es un partido de derechas, pero puede que sea la mejor opción a elegir en la Italia de hoy. Al fin y al cabo, Italia es un país en el que todo parece estar del revés, donde los comunistas se disfrazan de liberales y donde los auténticos liberales no se sienten representados por ningún partido, y menos aún por los de la derecha actual.

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