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EDITORIAL

El trasvase Zapatero-Montilla

Lo que ha cambiado es el parecer de Zapatero y Montilla, acuciados por los problemas en el área metropolitana de Barcelona, vivero privilegiado de votos socialistas gracias al cual Zapatero se sienta hoy en la Moncloa

De los cuatro años de Gobierno Zapatero pocas imposturas han sido más redondas que la del trasvase del Ebro. Convertido éste en un poderoso activo propagandístico durante la última legislatura de Aznar, utilizado hasta la saciedad para hacer demagogia ecologista de la peor especie y para contentar al votante socialista aragonés, al final el trasvase se va a hacer, pero sólo a Cataluña, seriamente damnificada por la sequía de esta temporada. Valencia y Murcia no se beneficiarán de esta obra a pesar de que son dos regiones que tradicionalmente más escasas andan de agua.

El proyecto de trasvasar agua sobrante del curso bajo del Ebro a la populosa y sedienta área levantina viene de antiguo. Los socialistas ya lo intuyeron en tiempos de Felipe González y trazaron un plan que nunca se llevó a término. Años después Aznar lo retomó y lanzó una propuesta ambiciosa, seria y bien estudiada: el Plan Hidrológico Nacional, que en buena parte se financiaría con fondos de cohesión europeos. El proyecto consistía, a grandes rasgos, en conducir a través de una gran infraestructura agua del caudaloso Ebro hasta Valencia, Murcia y Cataluña. En una palabra, distribuir parte del agua que se pierde en el mar por zonas muy desarrolladas donde, además, el líquido elemento escasea.

Zapatero, enfrascado en plena campaña contra todo lo que hiciese o dijese el PP, hizo de la causa anti trasvase algo propio, tan propio que, según llegó al Gobierno en 2004, derogó el Plan Hidrológico sin contemplaciones. A cambio prometió una red de desaladoras de agua marina que eran un disparate medioambiental y que, para colmo, van con retraso. La de Prat de Llobregat, sin ir más lejos, no estará operativa hasta 2009 a pesar de que hace cuatro años se consideró de carácter prioritario. Lo que Zapatero no preveía es que sólo un año más tarde iba a dar comienzo un periodo seco en la península, agravado, como suele ser habitual por nuestro clima, en la costa mediterránea.

La sequía se ha cebado con Cataluña, que no es una región especialmente seca, pero que no está preparada, tal y como los artífices del PHN sospechaban, para una sequía tan severa y prolongada como la que padece. El fantasma del trasvase ha resurgido. Una infraestructura que debería estar concluida y funcionando desde hace años ha salido de nuevo a la palestra, pero no para desecharla sino para construirla por la vía de urgencia pervirtiendo el lenguaje y sin reparar en gastos que, esta vez, ya no corren a cuenta de Bruselas.

¿Qué ha cambiado para que el mismo trasvase pase de ser algo innecesario y odioso a ser una obra imprescindible y beneficiosa? Evidentemente nada. Barcelona tiene sed y el único agua al que puede recurrir es el del Ebro. Lo que ha cambiado es el parecer de Zapatero y Montilla, acuciados por los problemas en el área metropolitana de Barcelona, vivero privilegiado de votos socialistas gracias al cual Zapatero se sienta hoy en la Moncloa. Lo han hecho además, con el estilo marrullero que les caracteriza. A escondidas y utilizando su aparato mediático para tratar de hacer ver, en un esperpéntico juego de manos, que no es un trasvase sino una "Aportación Puntual de Agua". Una aportación que costará unos 180 millones de euros que saldrán del bolsillo de todos los españoles, valencianos y murcianos incluidos.

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