Tan seguro está el PSOE de concitar simpatía entre el electorado español que ha encomendado a Jesús Caldera la creación de un think tank progre. Ateniéndonos a la esencia de la izquierda zapateresca, ese hervidero neuronal se dedicará a alimentar prejuicios, emociones y sentimientos para seguir siendo una opción política... simpática. La fundación calderoniana generará un sinfín de grandes palabras, huecas y biensonantes, pronunciadas en medio de un corro de progres internacionales, que mantendrán, qué duda cabe, esa imagen de partido sin pecado concebido.
A grandes pinceladas, los sesudos de Caldera fomentarán la idea del Estado-refugio como solución a la crisis económica. No formularán un proyecto para España; se limitarán a decir que España será lo que los españoles quieran, es decir, lo que los nacionalistas les pidan para reforzar esa atadura de hierro al poder. A partir de aquí, oiremos letanías sobre el cambio climático –la religión secularizada del siglo XXI–, el multiculturalismo como solución a la emigración y el santo y seña de la alianza de civilizaciones.
Nada nuevo, pero al parecer rentable en las urnas. La conclusión parece clara: la simpatía pasa por coincidir con las propuestas estatalistas del zapaterismo, renunciar a la idea de nación española acogiéndose al dictado de la confederación plurinacional y olvidarse del principio de igualdad, obviando que los clásicos del liberalismo (con perdón) ya decían que donde hay privilegios o discriminaciones legales no existe la libertad.
Y atando cabos, la simpatía pasa, entonces, por competir por la misma franja del electorado que el PSOE y por aliarse con idénticos partidos nacionalistas. Esto sería, al fin, darle la razón al Gobierno socialista; es decir, reconocer que los planteamientos del PP estaban equivocados, total e irrevocablemente, y que los populares hubieran hecho bien en "centrarse". Vamos, que eran la "derecha extrema" y que tenían bien merecido el "cordón sanitario" y el Pacto del Tinell.
En definitiva, la solución es convertirse en zapateristas de derechas, corregir el desviacionismo del Gobierno y salvaguardar, así, el nuevo dogma calderoniano de Jesús, el del think tank. Habría que renunciar a la batalla de las ideas, envainar la pluma, encerrarse en los cuarteles liberales, y esperar a que algo suceda. Quizá, con el tiempo, quién sabe. Eso sí, con mucha simpatía. Que no decaiga la fiesta.