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Isabel Durán

Primarias en el PP

Rajoy siempre llevará el baldón de la falta de legitimidad democrática inicial de su nombramiento por mucho que a sus predecesores en el cargo fueran designados de parecidas maneras.

Dice un inteligente hombre de negocios próximo al PP que en la formación de la calle Génova deben establecerse las primarias cuanto antes, pero abiertas a todo el mundo porque si votaran sólo los militantes saldría Franco. Que nadie se escandalice, que lo mismo ocurriría con el PSOE; si fuera por su militancia, su jefe de filas sería Stalin. Se puede estar o no de acuerdo con esta percepción de las bases supuestamente ancladas en los sectores más duros pero lo cierto es que en pleno siglo XXI a los partidos no les basta con la ficción democrática, sencillamente porque ya no cuela. Cualquier organización política que se precie de ser moderna en plena sociedad de las tecnologías de la información no puede hurtar el debate de la democratización a sus bases y mucho menos a sus votantes.

Nada ocurre con los vencedores de las urnas porque sus aparatos reparten las lentejas a discreción, que normalmente suele haber para casi todos, y sus electores, tan contentos. Rodríguez Zapatero llegó a la dirección de su partido a resultas de un congreso extraordinario tras unas primarias en las que el ganador fue echado a patadas por el otrora poderoso monopolio de la información socialista. Zeta fue cuestionado hasta el minuto anterior de su primera victoria electoral donde Prisa ya le tenía preparado el recambio. Después de vencer por segunda vez el 9 de marzo ya nadie discute su liderazgo. El problema llega con los perdedores por buenos que hayan sido los resultados.

A sus 26 años Mariano Rajoy Brey era ya diputado y le ganó un congreso a Cuiña y a los grandes barones del partido gallegos, alguno de los cuales terminó en la cárcel. Con 28 años fue presidente de Diputación y a los 30 vicepresidente de la Xunta. Su acreditado currículum pasa por La Moncloa durante los mandatos de José María Aznar previas carteras de Administraciones Públicas y de Interior. Nadie puede negarle a este formado registrador de la Propiedad una dilatada experiencia no sólo dentro del PP sino en la administración de la cosa pública. Resulta evidente que es cien veces mejor que su rival socialista. Sin embargo, en política hay que ganar elecciones y el presidente cuyo única ocupación previa a la vida de partido fue ser profesor de Derecho en la Universidad de León por la vía del enchufe ha dado un revolcón por segunda vez al preparado y solvente gallego.

Rajoy está convencido de que su partido le quiere a él, que es la mejor opción para el PP y que, además, puede ganar las elecciones dentro de cuatro años. Si eso es así, ¿por qué no dice que apoyará a todo aquél que quiera disputarle la presidencia y le prestará los avales necesarios para que el debate sea real? ¿Por qué no acude al congreso de junio y apoya la enmienda de Henríquez de Luna y todas las que salgan para la elección abierta, democrática y moderna del presidente del partido? ¿Acaso teme que su liderazgo no sea tal? Dudo de que en España tuviera futuro el sistema norteamericano de primarias, incluso abiertas a todos los ciudadanos aunque no voten al partido al que pretenden elegir su candidato como sugiere mi influyente empresario, máxime teniendo en cuenta que Pepiño y sus huestes actuarían en bloque para desestabilizar a la fuerza política más grande de Europa después de la alemana CDU.

Sin embargo, entre estar callado y tocar el tambor hay un término medio y si Rajoy no afronta la cuestión principal que es saber si a fecha de hoy, no de los pasados comicios, el partido quiere realmente que sea él su candidato, siempre llevará el baldón de la falta de legitimidad democrática inicial de su nombramiento por mucho que a sus predecesores en el cargo fueran designados de parecidas maneras. Tres de cada cuatro de sus votantes quieren primarias, según una encuesta publicada por El Mundo. Si no lo hace sólo conseguirá revolver aún más el ambiente y aplazar el asunto a una fecha todavía más perjudicial para el PP por ser más próxima a las elecciones de 2012. Nada bueno para él y mucho menos para los afiliados y los votantes del PP.

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