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Carlos Semprún Maura

Batiburrillos

Cada vez se agrede más a profesores, sea con puñales, palos de béisbol o a puñetazos, y cuando alguno le da una bofetada a un chaval que le había insultado, ¡le meten en la cárcel! Eso sí, brevemente. Menos mal.

Llama la atención cómo desde hace meses la actualidad, es decir, las páginas de sucesos en los diarios y no digamos ya la televisión, está copada por dos tipos de violencia: los crímenes sexuales y la llamada "violencia en la escuela", aunque en realidad engloba colegios, liceos y hasta facultades.

Tenemos a la "pareja infernal", Michel Fournieret y Monique Olivier, que han asesinado juntos por lo menos a siete chicas. Su juicio se eterniza y cabe preguntarse por qué, ya que existen suficientes pruebas y confesiones como para condenarles a cadena perpetua. Ese interminable proceso me resulta obsceno. Hay muchos casos similares, pero limitándome a los más actuales y comentados, debo hablar también de Bruno Cholet, el falso taxista que recogió a la salida de una discoteca a una joven y bella estudiante sueca, Susana, la llevó a un bosque de los alrededores de París, la torturó, la violó y la mató a tiros.

Fourniret y Cholet, ya habían estado en la cárcel (Cholet 20 años, en diferentes periodos), estaban fichados por la policía y la Justicia, pero se movían libremente para cometer sus crímenes. Se entiende que la ministra de Justicia, Rachida Dati, haya concebido una ley para que este tipo de criminales empecinados sigan siendo vigilados y controlados, policial, judicial y médicamente, incluso cuando han cumplido su pena, para impedirles repetir sus fechorías o, al menos, reducir al máximo ese peligro. Y eso, desde ya, diga lo que diga el Consejo constitucional. (Siempre se puede negociar.)

La violencia en las escuelas se sitúa en otro contexto, el de la decadencia absoluta de la enseñanza en Francia, que se refleja no sólo en el contenido de los estudios y sus malos resultados, sino también en el ambiente podrido y violento en muchos colegios, liceos y facultades. Cada vez se agrede más a profesores, sea con puñales, palos de béisbol o a puñetazos, y cuando alguno le da una bofetada a un chaval que le había insultado, ¡le meten en la cárcel! Eso sí, brevemente. Menos mal.

Pero las agresiones no son siempre de alumnos contra profesores; son más frecuentes las que tienen como víctimas y verdugos a los alumnos por rivalidades en el tráfico de drogas, racismo, enfrentamientos de bandas rivales y hasta odios personales, como sucediera en un caso reciente, en el que un chaval apuñaló a tres condiscípulos porque "le trataban mal". La situación es tan grave que no se le ve solución, y no se puede pedir a todos los maestros que sean como Glenn Ford en la película.

Los franceses tienen bastante caradura: queriendo repetir con Ingrid Betancourt la operación humanitario-propagandística del rescate de las enfermeras martirizadas en Libia, desprecian olímpicamente tanto los problemas graves que tiene Colombia con las FARC como que tiene Venezuela con Hugo Chávez. De modo que Bernard Kouchner está en Bogotá para "exigir" de Álvaro Uribe que se entienda con Chávez para liberar a Ingrid Betancourt, porque a Sarkozy le conviene. Esto no es serio, señores.

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