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Juan Carlos Girauta

Entre amigos

Lo que atrapa mi atención por encima de todo en estos actos bicentenarios es el papel de Libertad Digital, es la eclosión liberal, es la posibilidad y la viabilidad de un pueblo soberano de hombres libres e iguales ante la ley.

Lo que más me interesa de 1808 es 1812. Si la revuelta no cuaja en libertad, queda en capítulo oscuro de hazañas admirables o siniestras. De gran interés quizá, pero sin luces. 1812, pues, como conclusión necesaria. Aunque luego a la libertad de Cádiz la acabaran vapuleando. ¡Qué digo "la acabaran"! ¡La empezaran vapuleando, y hasta hoy!

Levantarse contra un invasor, ¿es siempre bueno y oportuno? Depende; en ocasiones el invasor libera. Pepe García Domínguez ha colgado aquí una columna enojada con el afrancesamiento. De acuerdo, Pepe, pero sin el doceañismo no hay negocio, por muy española que sea la revuelta. El doceañismo del doce o el doceañismo del veinte. O el que ahora se prepara, que ya hablaremos.

En otro caso, yo habría preferido el francés a las caenas de una piara real absolutista y felona. Hombres brillantes se afrancesaron; otros no. Y atención a la clarificadora observación de Vicente Llorens: "Llegó a producirse con los años la paradójica situación de que mientras la mayor parte de los antiguos josefinos o afrancesados se convertían en los mejores valedores de Fernando, algunos constitucionales o patriotas que antaño combatieron al intruso José pensaban en tenerlo como rey." (Liberales y románticos)

Lo seguro, Pepe, es que el vulgo no se afrancesó en modo alguno. Pero dejemos eso a los historiadores, pues hay otra cosa que también me interesa bastante de 1808, y es 2008. Esa insistencia nuestra, Pepe, en declararnos españoles en el lugar y momento más inadecuados, en el epicentro del fenómeno desconstructor, con todo el mundo mirando y señalando con el dedo: ¡La Brunete mediática en Barcelona! Dejando aparte que tales espectadores me chupan un pie, aclararé que no insisto en mi ser español porque sí, por pesadez, por nacionalismo inverso, por inadaptación (sepa el lector que en Barcelona se nos tiene por inadaptados). Insisto en mi ser español por una vocación de libertad.

Lamento el tono doméstico, tan impropio de la efeméride. Este es un liberalismo entre amigos, ya se ve. Las grandes declaraciones que las acierte Esperanza o que las mienta Gallardón. Lo que atrapa mi atención por encima de todo en estos actos bicentenarios es el papel de Libertad Digital, es la eclosión liberal, es la posibilidad y la viabilidad de un pueblo soberano de hombres libres e iguales ante la ley. Siempre a punto, desde 1812, de verse traicionados por aquellos que, sin merecerlo, concitaron su formidable apoyo.

Para acabar de estropear solemnidades, añadiré que ahora mismo lo que más me interesa de Fernando VII es Rajoy. Y perdonen la interrupción.

En España

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