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Carlos Semprún Maura

Francia progre

Con motivo de las recientes elecciones legislativas en Italia, y municipales en Inglaterra y el País de Gales, la bazofia progre ha estallado por doquier.

Que los medios franceses son en su inmensa mayoría de izquierdas, incluso los de derechas, ya se sabía y ya he tenido más de una ocasión de subrayarlo. Sobre todo en política europea e internacional, porque en política nacional, hay diarios, como Le Figaro, que se atreven, sin exagerado entusiasmo, a apoyar a Sarkozy. Pero en ese mismo periódico, su corresponsal en España, Diane Chambón, es más zapaterista que El País, sin complejos.

Con motivo de las recientes elecciones legislativas en Italia, y municipales en Inglaterra y el País de Gales, la bazofia progre ha estallado por doquier. En relación con Italia, el delirio es absoluto; parece como si Italia siguiera viviendo en 1945 y la contienda hubiera enfrentado a fascistas y comunistas con la victoria de los primeros con Berlusconi al frente. Eso sí, al Cavaliere no lo definen como tal, sino sencillamente como un hombre de negocios gangsteril.

Es cierto que, a Dios gracias, han desaparecido del Parlamento los comunistas empecinados y nostálgicos de la URSS, tan mimados por Romani Prodi, que les concedió la Presidencia de la República y de la Cámara de Diputados. Pero los comunistas vestidos de seda y disfrazados de demócratas, con Walter Veltroni al frente, si bien han perdido rotundamente estas elecciones, siguen siendo una fuerza política. Y, dicho sea de paso, el fascismo murió en Italia con Mussolini.

En relación con las elecciones locales británicas, ocurre lo mismo, aunque con menos vehemencia. La izquierda francesa, que odiaba a Tony Blair y exaltó a Gordon Brown cuando lo sustituyó, ahora le echa la culpa de todo a este último. Y la derecha prácticamente lo mismo. Como en Italia, las elecciones en la capital del Reino Unido han cobrado un gran peso simbólico, y el triunfo de la derecha, en Roma como en Londres, entristece a todos los medios galos sin excepción. Sólo recordar que el ex alcalde de Londres, Ken Livingstone, trotskista apenas descafeinado y enemigo declarado de Tony Blair, es un partidario fanático de Hamás, Hezbolá y la "causa árabe" contra Occidente, mientras que el nuevo regidor, Boris Johnson, conservador atípico, parece mucho más simpático que ese bicho, pero, claro, lo que vaya a hacer como alcalde está aún por ver.

Me llama la atención como en el Reino Unido, la democracia parlamentaria más vieja del mundo, los partidos tienen cierta tendencia suicida que les lleva a apartar del poder "a los que ganan" para sustituirles por "los que pierden". Los conservadores obligaron a Margaret Thatcher a dimitir, cuando reformaba y ganaba, sustituyéndola por John Major, un mediocre, que resistió apenas 4 años antes de ser derrotado. Fue sustituido por Tony Blair, quien ganó tres elecciones seguidas antes de que el Partido Laborista le obligara a dimitir para sustituirle por el mediocre Gordon Brown, quien, apenas designado, se puso a perder. Curiosa estrategia política.

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