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Pío Moa

La razón de las caenas

Ni los autores de aquellos rebuznos eran tan burros ni quienes les lanzan denuestos y burlas fáciles han resultado muy inteligentes ni razonables.

Pocas cosas han dado lugar a más burlesca condena que el grito "Vivan las caenas" o la frase de la universidad catalana de Cervera "Lejos de nosotros la funesta manía de pensar". En ellas se ha visto condensada la más cerril oposición a la libertad y la adhesión al oscurantismo. Cualquiera se preguntará: ¿cómo es esto posible? ¿Tan brutales eran aquellos individuos? No pertenece tal actitud a ninguna tradición española ni, probablemente, de ningún país. Por otro lado las burlas deben matizarse cuando tenemos en cuenta que quienes más se han indignado y utilizado esas frases para describir a sus adversarios no han aportado ningún pensamiento de alguna originalidad, y a menudo han defendido tiranías peores que la de Fernando VII.

Desde luego tales gritos tienen bastante de rebuznos, pero entenderlos obliga a tomar en cuenta la situación en que se pronunciaron. España acababa de sufrir la invasión napoleónica, el pueblo había visto cómo los ejércitos enemigos, en nombre de la libertad y la razón, habían cometido incontables crímenes, llevado el hambre a amplias regiones, destrozado o expoliado cuanto pudieron del patrimonio artístico del país, utilizado monumentos como caballerizas o arrasado bibliotecas y pisoteado las creencias religiosas de la inmensa mayoría. Tampoco la intervención inglesa dejó buen sabor de boca con sus violaciones de mujeres, saqueos y destrozos gratuitos, o no tan gratuitos en el caso de diversas manufacturas... Había visto además cómo otros españoles que se decían ilustrados y amantes de la libertad habían colaborado con el invasor contra los patriotas y aceptado la desmembración de España en beneficio de los planes europeos de Napoleón...

En tales circunstancias las denostadas expresiones tienen cierta explicación. Equivalían a: "Si la razón y la libertad son lo que ustedes predican y practican, resultan preferibles las caenas". Reacción absurda y necia, sin duda, que metía en el mismo saco a liberales y exaltados, pero, repito, no del todo incomprensible. La invasión napoleónica tuvo muchas consecuencias nefastas y de largo alcance. Quebró la normal evolución de la sociedad; introdujo el jacobinismo y el mito de la Revolución francesa –reducida además, muy a menudo, a la persecución religiosa– como el modelo a imitar para resolver los problemas de España; y dio lugar a la plaga de los pronunciamientos militares, fraguados la mayor parte de ellos en las logias del ejército. Y favoreció, por reacción, actitudes fanáticas como las mencionadas.

No está de más recordar estas cosas, pues, en definitiva, ni los autores de aquellos rebuznos eran tan burros ni quienes les lanzan denuestos y burlas fáciles han resultado muy inteligentes ni razonables.

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