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Isabel Durán

La fiesta de la victoria de Z

Parece que a Zapatero se le olvidó guardar un asiento en su fiesta de la victoria baracaldesa para tan regio forofo.

Zapatero está en campaña. Ha convertido la Fiesta de la Rosa en la celebración por todo lo alto de su triunfo electoral y ha formado la pasarela del poder zapateril en un despliegue de poderío sin precedentes a modo y manera de escaparate de la victoria durante la festividad de los socialistas vascos. Nada menos que todos sus presidentes autonómicos, los seis –el del partido Manuel Chaves, un crecido Montilla, Pérez Touriño, Antich, Iglesias y el de la Junta de Extremadura, Guillermo Fernández Vara–, han cogido el portante para plantarse en Baracaldo a mayor gloria de Zeta, sabedores de que en los próximos meses la conquista de la autonomía vasca es el principal objetivo del jefe del Ejecutivo.

Pero no sólo ellos. También los ministros Garmendia, Corbacho, Corredor o Pérez Rubalcaba han sido llamados a salir en la foto junto al aparato encabezado por Pepiño y su ejército representado por Tomás Gómez, José Zaragoza, Mikel Iceta y Manuela de Madre. Todo un alarde de mandamases socialistas que refleja lo que está en juego para el presidente.

José Luis Rodríguez Zapatero cambió el puño y la rosa por la inicial del apellido que a él le gusta. Sustituyó así el logo del PSOE por una letra que deja bien claro quién y hasta qué punto manda en la formación fundada por Paulino Iglesias. Su cesarismo le está dando excelentes réditos al mandamás socialista dentro y fuera de sus propias filas, empezando por las regias simpatías declaradas públicamente por el Jefe del Estado al diario El Mundo. Zapatero está convencido de que con su estrategia el PSE gobernará en el País Vasco; es un político crecido y no le faltan motivos. Disfruta a sus anchas de los halagos reales mientras se mofa en las barbas de Mariano Rajoy y se permite licencias con los representantes de la oposición empezando por sus otrora incondicionales socios nacionalistas.

Al tiempo que pide que el PP "no caiga en la desesperanza" y se regodea con el origen y la mitad aristotélica, asegura desde su paseo triunfal en Baracaldo que "los vascos no quieren aventuras" más allá de las reglas del juego. ¿Y qué fueron sus cuatro años anteriores con las duchitas y los paseos de De Juana Chaos, los "accidentes" etarras o los chivatazos a la trama de extorsión terrorista? Eso sí, todo el mundo tranquilo porque el Rey ha dicho que Zapatero "no divaga" y que "sabe muy bien hacia qué dirección va y por qué y para qué hace las cosas". Así las cosas, y valga la redundancia, parece que a Zapatero se le olvidó guardar un asiento en su fiesta de la victoria baracaldesa para tan regio forofo.

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